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El terremoto Escrivá

viernes 25 de mayo de 2007, 08:51h
Ella se llama Ángeles Escrivá. Es una simple periodista, que ahora escribe en el diario El Mundo, y entendemos que no se casa con nadie. Y que sabe más que nadie de lo suyo. Lo suyo es lo que ocurre en el terreno de ETA, en ese magma de negociaciones, contactos, idas y venidas entre el Gobierno y ETA. Ella, en esos programas de tertulianos gritones que monta Sáenz de Buruaga, nunca grita. No se pone histérica, como otras tertulianas/os, que hacen de esto, del grito y la gesticulación extremistas, una forma de vida.

Y hoy, la señorita Escrivá nos suelta un nuevo petardazo en la línea de flotación del Gobierno. Enviados gubernamentales contactaron la semana pasada con ETA para frenar las filtraciones a ‘Gara’. Teme el Ejecutivo de Zapatero, parece, que el diario abertzale pueda publicar incluso actas de conversaciones entre socialistas y el mundillo batasuno.

Si esto es así, y todo indica que a la Escrivá hay que creerla, sería muy fuerte. No hace aún una semana que, reunido con treinta periodistas, Zapatero negaba contactos con ETA, especialmente a raíz del atentado contra la T4 en barajas. Un Gobierno no puede carecer de credibilidad ante la opinión pública. Y el Ejecutivo de Zapatero está perdiendo estrepitosamente la batalla de la comunicación. No se notará en las elecciones del domingo. Pero tendrá reflejo, como ocurrió hace cuatro años, en las elecciones legislativas de marzo, a menos que la fontanería monclovita lo remedie.

Porque el terrorismo en  el País Vasco, los desplantes de los batasunos, es cuestión muy sensible para los ciudadanos. Y acabará poniendo plomo en las alas de los socialistas si no saben atajar a tiempo tanta confusión como se vive en la ciudadanía. Pueden optar por culpar a periodistas como Ángeles Escrivá. O a Europa Press, o al ABC, o a toda la ‘carcundia’, que dicen -ya se sabe: El País no habla de estas cosas-. Pero eso no va a arreglar las cosas, porque la señorita Escrivá no es otra vociferante más, como esos tertulianos/as, o como el locutor episcopal. Es otra cosa.
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