No hubo, claro está a estas alturas, mensajes nuevos, aunque sorprendió la inusual dureza del alcalde madrileño, que ni citó a su oponente Miguel Sebastián, contra el presidente del Gobierno, a quien llamó “embustero” y de quien dijo que en esta campaña “no ha pisado la ciudad de Madrid”. Se le veía dolido con cuanto ha pasado con los ataques personales que ha recibido; no como a Esperanza Aguirre, que agudizó su optimista discurso habitual.
Había, es la verdad, ambiente de triunfo y el fervor ya acostumbrado en estos fines de fiesta para el PP, siempre en el mismo recinto. Rajoy comparó al PP con los partidos de Merkel y Sarkozy, “partidos de moderación”, y trató de mantener ese tono moderado en todo su discurso. Pero disparó todas sus baterías contra la política de Zapatero, preguntándose “dónde está el sentido común”, y prometiendo el cambio en muchas cosas cuando él esté en La Moncloa.
Por supuesto, la política de negociación con ETA fue tema obligado en los parlamentos de los tres oradores, que dejaron bien claro que esta campaña, hasta el final, ha sido una especie de primarias de las elecciones generales “de octubre o marzo”. Y Rajoy no olvidó tampoco esta vez acusar a Zapatero de no hablar sino “de Franco, de la memoria histórica, de Recaredo y de Chindasvinto, siempre anclado en el pasado”.
Acaso el discurso más sorprendente fue el de Gallardón, que utilizó unos registros nunca antes conocidos en su habitualmente conciliador verbo. “Mientras Zapatero esté ahí, el Partido Socialista no será la izquierda que España necesita”, dijo, antes de pasar a cuestiones más ‘madrileñas’ y sugerir que ha acabado la era de las grandes obras.
Acudieron bastantes líderes del Partido Popular, pero no, curiosamente, Angel Acebes ni Eduardo Zaplana. Sí estaban presentes José María Aznar, que no habló pero fue muy aplaudido –“estoy encantado de tenerte aquí con nosotros”, le dijo Rajoy, por si los malentendidos—y, lógicamente, su mujer, Ana Botella, que concurre como número dos en la lista del Ayuntamiento.