Devotos de Alzheimer

Mi sobrina Lina, preocupada por mi sobrepeso, me propuso una caminata desde Can Picafort, esquivando hoteles, hasta la necrópolis fenicia de Son Bauló. Tendría yo 12 años cuando la vi por primera vez guiado por el venerable vicario Llorenç Vanrell (Vendrell), un hombre enjuto de cejas pobladas, andariego de pasos largos y bastón. Quería que excavasen el lugar, al que llamaban el cementerio de los fenicios. Intuía que había algo importante. A falta de interés oficial, la fundación del norteamericano William J. Bryant, que ya patrocinaba otras excavaciones, puso los cuartos. Entre 1957 y 1969, bajo la dirección del arqueólogo barcelonés Miquel Tarradell, fueron descubiertos restos de 300 personas, objetos funerarios y más de un centenar de sepulcros. Una simple ojeada revela que los trabajos se abandonaron y queda mucho por descubrir. Las guías turísticas señalan su existencia por si algún extranjero despistado quiere ver pedruscos más o menos bien ordenados. En Estados Unidos esta joya prehistórica sería vallada e integraría la oferta cultural del país. Un vigilante con gorra de plato vendería entradas y explicaría la historia de los fenicios, de los honderos, del ibicenco Aníbal y otras antiguas sagas de las islas. Pero los mallorquines somos devotos de Alzheimer, cultivamos la desmemoria y babeamos engreídos por ser pasto de colonos.