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Señorita Helena Caballero, pase por caja

Señorita Helena Caballero, pase por caja

miércoles 24 de noviembre de 2010, 00:21h
Al fin sabemos lo que nos va a costar el embalse de Castrovido: 100 millones de euros a mayores de los que estaban presupuestados. 16.000 millones de pesetas para cubrir las estulticias y los ensayos del equipo más nefasto que ha tenido la Confederación Hidrográfica del Duero en su historia y, de paso, el Ministerio de Medio Ambiente, dirigido por la inefable Cristina Narbona, cuya vida guarde Dios muchos años.

Estuve siguiendo demasiado cerca para mi gusto la llegada a ese vetusto organismo de una señorita llamada Helena Caballero, mitad monja, mitad soldado, que decidió parar las obras de ese embalse burgalés, aprobado en su día por el Ministerio que dirigía José Borrell (esposo, casualmente, de doña Narbona), empezado a construir en la época de Álvarez Cascos, y paralizado por esta señora de sólida formación (no sabemos de qué, pero sólida era) con la aquiescencia de algunos técnicos acomodaticios y el aplauso de su partido, empezando por el entonces secretario general del PSOE, don Ángel Villalba, personaje lamentable hoy al frente de FEVE.

La fijación de doña Caballero con este embalse venía de antiguo, y una de sus primeras decisiones tomadas a las pocas horas de llegar a la Confederación fue pararlo, sin consultar a nadie que se sepa, salvo (supongo) a su mentor político, don José María Crespo, hoy recaudador publicitario del periódico Público. Horas antes de que su nombramiento saliera en el Boletín Oficial del Estado, la Caballero hizo el recorrido triunfal por los medios informativos regionales, desoyendo cualquier consejo sensato del tipo ‘seamos prudentes, ahora que gobernamos’ y lanzó media docena de perlas sobre sus intenciones, de las que recuerdo dos: ‘la sociedad estatal Aguas de Duero tiene sus días contados’ y ‘vamos a parar las obras del embalse de Castrovido’. La primera no se llevó a cabo quizá porque pagaba dietas sustanciosas a sus consejeros, y la segunda acabó paralizándose.

Mi primer encuentro con este personaje se produjo unos pocos días después de haber puesto los huevos encima de la mesa, y tras el saludo de rigor me preguntó qué opinaba de sus declaraciones de guerra. Hombre, dije yo, un poco fuertes, ¿no crees? Sí, se sinceró la tipa, creo que hoy no diría las mismas cosas, pero a lo hecho, pecho.

Cuatro días después… (continuará. Se lo debo)
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