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Hace catorce años

Hace catorce años

jueves 09 de diciembre de 2010, 13:07h
Dentro de unos días hará 14 años del cierre de La Zarzuela. Mucho tiempo y muchas vicisitudes desde entonces. Quién esto escribe recuerda aquella carrera de El Aleph como la última que ‘disfrutó’ en su Hipódromo. Desde entonces todo ha cambiado y es indudable que la vida ha dado muchas vueltas. Lo que ha llovido.

Pero, manda carayo, que en esto de los caballos no se ha dado todavía con la tecla. En años de bonanza económica general, con el Hipódromo secuestrado y cerrado, las carreras de caballos sobrevivieron y ahora, en plena crisis, con el Hipódromo reabierto hace cinco años siguen sobreviviendo. Y lo digo bien. Sobrevivir es vivir con escasos medios o en condiciones adversas. Lo malo es que aquí medios sí hay ahora, con unas subvenciones públicas que permiten a los Hipódromos dar jornadas por obra y gracia de la LAE, pero las condiciones siguen siendo adversas. No despega en España las carreras de caballos y los aficionados, fieles y devotos, se siguen haciendo cruces de los porqués.    

En la actualidad las guerras parecen muchas. Y no debería haber más que una. Luchar para que la Industria del Turf se desarrolle en todos sus sectores (cría, carreras, apuestas, Hipódromos) en beneficio primero de los profesionales y después del aficionado.  

Pero como digo hay mucha gente que, aun queriendo el mismo fin, parece que está dispuesto a matarse por hacerlo con los medios que él imponga. Hay una batalla, encubierta, que mantienen los nuevos miembros de la SFCCE con los vestigios del pasado. Dije en su día que el artículo primero en el Hipódromo es el ‘amiguismo’ y es ahí donde se fragua la batalla. No debería ser así, pero es indudable que a la nueva Junta Directiva le ponen palos en la rueda gente que debería retirarse por haber quedado en entredicho con anterioridad su capacidad de gestión. Pero este problema, que genera debates contrapuestos, debilita a la SFCCE en su planteamiento frente a los Hipódromos y por recuperar el papel de garante de la pureza de las carreras de caballos.  

Además cuando hay dinero de por medio todo termina ensuciándose y aquí ahora se juega una partida por los derechos de imagen y televisión que, aunque parezca surrealista, para un deporte como los caballos, que deberían facilitar la entrada de cualquier canal, puede hacer que todo se vaya al traste. Hasta se cuestiona el papel o la necesidad de la existencia de una SFCCE. Para los no entendidos como si los clubes de fútbol no quisieran que la Federación regulase la Liga.  

Es indudable que la SFCCE quiere recuperar terreno, pero también lo es que tras un año de cierta inmovilidad pública ha escogido el camino del enfrentamiento con las sociedades que gestionan los diferentes Hipódromos. Sé que no era fácil tomar otras medidas y más cuando se leen ciertas denuncias, como en estos días en Dos Hermanas, en las que parece que nos encontramos en pleno siglo XIX en época feudal y de derechos adquiridos, pero cuando el enfermo está débil no es lo más apropiado entablar una batalla.  

Lo que sí es evidente es que la gestión en estos cinco años de los Hipódromos, independientemente de ayudas, subvenciones o demás, no es nada positiva. Madrid no da ninguna reunión sin subvención. No aporta ideas. No termina la obra. Y deja pasar el tiempo acumulando el enfado de los aficionados sin hacer nada por los propietarios y los que le mantienen el chiringo. Los profesionales, ante esto, viven por y para ellos. Y nadie enfoca el problema desde un punto de vista global. Hay guerra de guerrillas en cada despacho y se ha impuesto el conocido lema del funcionario. “Me pagan a fin de mes que es lo importante”.  

Y así todo esto en medio de un mutismo ante la opinión pública que es acojonante. Nadie se preocupa de denunciar con papeles cosas que se leen en los foros (robo de dinero, prevaricaciones, utilidad de cargo público para bienes particulares) porque a nadie le interesa una mierda lo que está pasando con las carreras de caballos. Es un campo abonado a la especulación y como leí hace poco es perfecto para los especuladores porque lo que pasa con los caballos parece opaco ante los medios de comunicación.  

Esto, al ser veterano, me suena a épocas pasadas. Por aquel entonces un rico, con pretensiones de noble, Enrique Sarasola entró en La Zarzuela a base de palmadas de los que allí habitaban. Le dieron todo y luego pasó lo que pasó. Pero el enfermo estaba ya malherido. No lo olviden. Un amigo hace tiempo me contó el símil para entender aquella situación. “Es como si estoy en la cama muriéndome porque me han dado una paliza y llega un presunto enfermero y me pone la almohada encima para que deje de respirar”. El que me mata es el enfermero, pero quién coño me postró en la cama para que no pudiera defenderme de él. ¿Y quién le dejó coger la almohada? Que la Historia sirva para que no se repita.

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