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El mal del Siglo XXI

El mal del Siglo XXI

jueves 07 de junio de 2007, 01:10h
El miedo es una sensación normal, sin embargo, cuando se transforma en pánico, angustia o cero tolerancia respecto de un determinado animal, objeto o situación, estamos hablando clínicamente de lo que es la fobia.

Las hay de dos tipos: simple o específica, que es la experimentación de miedos irracionales e incontrolables, que interfieren con el comportamiento normal de una persona; y la fobia social, que se traduce en el miedo a interactuar con la gente, a hablar o comer en público o a enfrentarse laboralmente.

Sin duda, un tema no menor en Chile, que ha ido en aumento según la Sociedad de Psiquiatría y Neurología de la Infancia y la Adolescencia, pues alrededor de un diez por ciento de los chilenos padece algún tipo de fobia. Una cifra que no deja de sorprendernos y plantearnos un mar de dudas. Porque, ¿quién no ha conocido o sabido de alguien que sea víctima de esta enfermedad?

Por mi parte, no sólo he conocido a personas que padecen las fobias más comunes, como a los aviones, los ascensores, los ratones, los gatos o las arañas, sino que también he tenido la posibilidad de compartir con gente afectada por pánicos y rechazos realmente inexplicables.

A modo de ejemplo, durante mi época de estudiante tuve el placer de tener como compañera y amiga a una joven española que sufría de fobia a los objetos metálicos pequeños. Realmente ¿cómo? se estarán preguntando algunos, sin embargo, así era. Al principio creí que era una broma, pero con el tiempo me fui dando cuenta de que la situación era real y, por supuesto, tragicómica a los ojos de cualquiera.

Recuerdo que en más de alguna ocasión debí ocultar eslabones o joyas pequeñas para evitar que protagonizara un escándalo. Y es que la sensación de estar en contacto con alguno de estos objetos, según ella, era terrible. De hecho, durante un paseo a la playa, se puso a gritar, a correr y estuvo a punto de llorar, producto de que el eslabón de una cadena estaba tirado frente a sus ojos. Para el grupo de amigas que lo presenciamos fue literalmente una locura, pero para ella, sin duda que significaba un gran problema.

Más aún cuando le preguntábamos qué haría el día de su matrimonio, pues la argolla debería quedar, sí o sí, en su dedo. Nerviosa se reía, pero no sabía qué contestar, pues como bien decía: “siempre hago saber de mi fobia a las personas que me rodean, pues no perdonaría que llegaran con un anillo, una joya o cualquier cosa de éstas”.

Definitivamente, una repulsión muy extraña, de la que, según me decía, no sabía su causa, pero esperaba algún día poder tratársela.

Limitaciones en el diario vivir

Si bien la fobia se divide en distintas etapas, la más crítica según la Sociedad de Psiquiatría y Neurología es cuando el paciente comienza a experimentar complicaciones en su diario vivir.  Cuando deja de  concurrir a lugares, porque piensa que se va a enfrentar con el causante de su fobia, descuidando de esta forma sus relaciones emocionales, afectivas, familiares y laborales.

Hace un tiempo, conversando con un amigo sobre el tema, me contaba que cuando era adolescente sentía pánico de relacionarse con sus pares. El origen del problema estaba en su infancia, ya que había sido víctima de maltrato físico y psicológico por parte de sus compañeros. De ahí que su fobia social se había acrecentado y no podía mostrarse tal cual era. El temor a ser rechazado lo inundaba por completo y no había caso de superarlo. Sin embargo, con el apoyo de su familia y de especialistas, pudo salir finalmente adelante.

Como vemos, el problema de las fobias es bastante más complejo de lo que se ve desde fuera. Muchas veces tendemos a pensar que son simples “mañas” o formas de llamar la atención, pero no nos detenemos a analizar las serias limitaciones que implican para quienes las padecen.
 
La otra vez oí hablar de una mujer que no toleraba los gatos. Era tanta su fobia que ni siquiera podía ver una imagen o un peluche de éstos. Incluso, prefería no asistir si la invitaban a una casa donde hubiese alguno de estos animales. Y cuando, sin saber, visitaba alguna, los amos estaban obligados a ocultarlos. Verdaderamente una situación complicada pues, según tengo entendido, tampoco quería tratarse. Esto sólo me lleva a preguntar: ¿qué va a ser de ella cuando fortuitamente se encuentre con un gato?, en todas partes existen, por lo que no es para nada extraño que llegue a sucederle.
 
En fin, un tema que requiere de profundo análisis y que de paso, obliga a plantearnos como sociedad la búsqueda de una forma para lograr integrar, entender y apoyar a todas estas personas que viven día tras día con este calvario.

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Karina Espinoza S.
Periodista
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