¿Por qué El Follonero se ríe de la gente?

No se trata de ver quién tiene razón. No se trata de explicar al público quién es el bueno o el malo. Tampoco hay una pretensión de hacer un repaso sobre la historia, o de hacer un recorrido por ambas culturas. Yo no pido tanto. Es más, aunque me gusta que me hagan reír prefiero que se haga, si es posible, sin reírse de uno que piensa de manera diferente a la mía. Sea como piense el otro. Hacer humor es algo complicado. Por eso muy pocos triunfan  haciéndolo. Y es muy fácil, y también mezquino, reirse de lo obvio. Afortunadamente esas cosas ya no las hacemos y hemos aprendido que reirnos de las características físicas de otros; gordura, una nariz grande, unos labios muy carnosos, ser bajito...no es políticamente correcto. Y además es de personas mezquinas hacerlo. De igual modo pasaron hace ya tiempo a la historia aquellos chistes que empezaban así: "iba un mariquita por la calle...." y han pasado a la historia, digo, porque la sociedad ha evolucionado y madurado de tal manera que entiende que una opción sexual que hoy por hoy sigue siendo minoritaria, la homosexualidad, no debe ser nunca, bajo ningún concepto, objeto de mofa. Y hacemos humor de otra manera.

Pero siempre tiene que quedar el típico españolito que parece que no se siente bien si no se ríe de los demás. Y ese es el Follonero. Que además hace gala de su catalanidad pero desde luego es muy español en eso de reírse del prójimo. El Follonero tiene un programa en la Sexta llamado Salvados. Ayer domingo viajó a Tel Aviv y a Jerusalem para contarnos cómo se ve el conflicto desde el lado judío. Y lo hizo, como casi siempre hace, mofándose de la gente.

Para empezar se entrevistó con Enrique Cymermann, corresponsal en Israel para Antena 3 y La Vanguardia. Enrique es judío. Y le dijo claramente a Jordi Évole que no se trata de ver quién tiene razón, que todos son víctimas. Se trata de contar las cosas siempre vistas desde ambas partes. De hacer crónicas sin mezclar intereses. Jordi Évole le escuchó de manera respetuosa. No le tomó el pelo. Évole es inteligente y sabe a quién ridiculizar y de haberlo intentado con Cymermann le hubiera salido el tiro por la culata.

Pero el reportaje, debio de pensar él, le estaba quedano soso (a mí me estaba gustando) Y fue a la carga. Y qué mejor manera para ridiculizar que irse al barrio más ultra ortodoxo judío que hay en el mundo y que no es otro que Mea Shearim en Jerusalem. Allí se entrevistó con un judío ortodoxo nacido en Ceuta y que, por lo tanto, podía hacer de intérprete. Se adentró en el barrio provocando el malestar de la gente (no les gusta que los graben). Tenía una estupenda oportunidad de ahondar en un conflicto que interesa a todo el mundo, podía haber hecho preguntas inteligentes pero prefirió hacerlas pasando por ridiculizar al otro. No se fue a un barrio de Tel Aviv dónde conviven judíos tan cosmopolitas como él que viven su religión de una manera tranquila y sin meterse con nadie. Prefirió entrevistar a un judío ortodoxo del que se rió en su cara (le preguntó si sus nietas conocían a Dora la exploradora o a Bob Esponja), se fue a una escuela de tiro dónde se entrenan personas de raza y religión judía y por último se fue a un kibutz dónde vive un judío que se declara ateo.

Es decir que o son ortodoxos, o se entrenan pegando tiros o pasan ampliamente de su religión. Esta fue la panorámica que encontraron en todo el Estado de Israel. No les interesó hablar con un judío médico que haga una vida normal y corriente como usted y como yo. Eso sí, el judío ateo declaró ante la cámara varias veces que era de izquierdas y eso pareció gustarle a Évole, tanto, que hasta se sentó en la mesa de su casa para tomar algo. El judío ateo, de origen argentino, le puso un poco de cordura a este hombre que parece, definitivamente, haberla perdido. Pretendía acercarse a las vallas que separan la franja de Gaza. Afortunadamente para él, para su integridad y para la de todo su equipo, el judío ateo y sensato le dijo, ya muy serio, que eso mejor no. Parece que preparándose el programa El Follonero obvió que tras esa vallas hay una guerra donde se mueren personas.

El programa lo terminó yendo al muro de las lamentaciones. Y allí dejó una petición de paz firmada por un palestino y por el judío ateo. Un gesto bonito ciertamente. Pero al cabo de dos minutos sorprendió a la cámara jugando en el muro al pica la pared.

Jordi Évole quizá nunca entienda que lo que hizo no está bien. Por que a lo mejor no entiende que hay cosas que están por encima del humor y que, aunque no son intocables, es mejor dejarlas en paz. En el mundo hay millones de personas que creen en algo y que mientras no hagan daño con sus creencias, están en su derecho de llevarlas a cabo. El muro de las lamentaciones representa a millones de fieles en el judaísmo de todo el planeta.
 
El Follonero quizás desconozca que hay muchos millones de fieles en el mundo a los que sus lugares sagrados les importa, y mucho. Y que no les gusta que se mofen de ellos. También en su día se rió del catolicismo y del Vaticano. Y está en su derecho de hacerlo. Sólo digo que es cruel, no es justo y, sobre todo, es tendencioso.

Me pregunto por qué no hace los siguientes reportajes:

- Ir a la Meca y ridiculizar a los que van en peregrinación

- Hacer un reportaje en Chueca en plena semana del orgullo gay (pero en su estilo, ridiculizando)

- Irse al Sahara a reirse de los refugiados.

Pero no, eso no lo hará. ¿Y saben por qué? Porque son campos defendidos tradicionalmente por la izquierda y de eso no se hace mofa aunque detrás estén personas con idénticas sensibilidades que las víctimas de sus anteriores programas. Ya sé que a él le hace mucha gracia reirse de un cura con sotana. Pero, insisto, es tan, infantil como hacer un chiste de  mariquitas.

Creo que es el momento de que El Follonero se haga mayor. Y de paso, que se eduque en el respeto al que no piensa como él. Que somos unos cuantos.

<<Lea todas las columnas de Gema Lendoiro>>