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Prolijidad

Prolijidad

martes 18 de enero de 2011, 01:53h
Ha comenzado un año crucial para el futuro político y económico argentino. Si todo se desenvuelve de acuerdo a lo previsto –estamos en la Argentina y tengo que dejar un pequeño espacio para la duda- en octubre se votará por la continuidad o no del “modelo K/C”.

Sin embargo,  escuchando y leyendo las declaraciones de algunos políticos oficialistas y opositores, parece que más que la continuidad o no del modelo, de lo que se tratará,  será  de votar en torno a la “forma” de ejercerlo.

Dicho de otra manera. Los políticos oficialistas dan por sentado que el esquema de política económica desarrollado hasta aquí puede prolongarse, prácticamente, sin cambios. En todo caso, insisten en “profundizar”, más que en “modificar”.

 Algunos de los políticos de la oposición, en especial desde el radicalismo, dónde la prematura interna ha obligado a ciertos pronunciamientos que otros, por ahora, pueden evitar, han manifestado “compartir” muchos de los lineamientos básicos seguidos hasta aquí, difiriendo sólo en “matices” o en el “estilo confrontativo” del gobierno actual.  –De hecho, han apoyado desde el Congreso, reformas cruciales-. Es decir, tanto oficialistas, como algunos opositores, piensan que los próximos años pueden transcurrir, desde la economía al menos, con alta inflación, un sistema de precios de bienes y servicios “intervenido” discrecionalmente. Un esquema de subsidios de magnitudes crecientes, fuertemente regresivo, y regionalmente desequilibrado.

Con el uso de las reservas del Banco Central para cancelar deuda del Tesoro con tenedores de bonos y reemplazarla por deuda con tenedores de depósitos bancarios o pesos.

Un sistema previsional que disimula su quiebra con estafas a jubilados y pensionados o con mecanismos de financiamiento transferidos desde el sistema impositivo general. Inversión pública direccionada desde el capitalismo de amigos. Servicios públicos brindados desde una endeble y autoritaria base contractual, etc.

Esta percepción se ha extendido también a la sociedad que, si bien empieza a manifestar preocupación en torno al problema inflacionario, y a la débil calidad de la provisión de servicios básicos, todavía considera a los “beneficios” del actual sistema, superiores a los costos

Es probable que los economistas profesionales tengamos alguna responsabilidad en esta visión generalizada de la política argentina y de los votantes.

En efecto, tanto hemos insistido en que la bonanza de estos años se ha logrado “a pesar de los Kirchner” (Lo cual es absolutamente cierto. Basta con mirar alrededor, en dónde todos los países de la región, con excepción clara de la exhuberancia bolivariana y la decadencia terminal de la “no revolución” cubana, muestran tasas de crecimiento importantes), que hemos dado la impresión de que se haga lo que se haga, la Argentina, gracias al mundo, y al yuyito, seguirá creciendo indefinidamente y que, en todo caso, los “efectos colaterales” de este proceso, son fácilmente reversibles.

No quiero ser catalogado de “aguafiestas”. Mucho menos de “gurú de la mala onda”. La Argentina está ante una nueva gran oportunidad histórica y tiene en su sector privado y en algunas islas del sector público, la capacidad y los instrumentos como para aprovechar este entorno y potenciarlo aún más.
Pero para ello, no basta con un “kirchnerismo prolijo”.

De la misma manera que en el 99, no servía ni “la devaluación sin programa” que proponía el  Peronismo, ni el “menemismo prolijo” que terminó imponiendo el radicalismo ayudado por algunas figuras mediáticas disfrazadas de organización política, en el 2011, no alcanza con la disyuntiva entre un “Cristinismo ortodoxo”, continuidad del “Kirchnerismo pragmático” de estos años,  y un “kircherismo no confrontativo y más respetuoso de las formas democráticas”.

La Argentina del 2012 en adelante, si no quiere desaprovechar, una vez más, otra oportunidad, necesitará, sin dudas, cambios de 180 grados, en políticas claves, desde la macroeconomía, hasta la energética. Desde la previsional, hasta la sectorial.
Si los líderes políticos no empiezan, primero a internalizarlo, y luego a pregonarlo hacia la sociedad, y nos quedamos todos con la idea de que “hagamos lo que hagamos estamos condenados al éxito”, las elecciones de octubre, pasarán a ser un escape hacia delante, en lugar de un buen punto de partida
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