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Volver a empezar

martes 12 de junio de 2007, 12:59h

Nuestro presidente nacional, Mariano Rajoy, podía haberlo expresado más alto pero no más claro. “Le he dicho al presidente que apoyaré al Gobierno para derrotar a ETA, pero no para negociar con la banda terrorista”.  Esta reflexión, tras su  encuentro con el  inquilino de La Moncloa, el pasado lunes, confirma que aunque el escenario ha cambiado, la estrategia debe ser la misma: acabar con el terrorismo vasco dentro del Estado de Derecho,  justo lo que venimos preconizando desde que el PSOE llegó al poder en  marzo de 2004 e inició su errática e irresponsable  (que no ingenua) política antiterrorista.

Para este viaje, como bien sabemos tras cuatro décadas de salvajismo abertzale, solo existe una solución: la unidad de los demócratas. O, dicho en otras palabras: no le damos un cheque en blanco para que vuelva a la negociación. Rajoy salió de la reunión con Rodríguez Zapatero dispuesto a cumplir con su obligación. Ahora espera –esperamos todos- que el presidente no ponga una vela al ‘proceso’ y otra al “pacto antiterrorista”.

Atrás han quedado quince meses perdidos. Hay que volver a empezar. No será porque los populares no avisamos a tiempo de que el mal llamado proceso de paz era otra tregua trampa. Se nos calificó de todo –incluso tras el atentado de la T4- aunque el tiempo nos ha dado la razón. Se nos instaló en a derecha extrema, se nos tendió un ‘cordón sanitario’ de apestados y se nos equiparó a ETA como generadores de crispación.

Esta situación refleja la crónica de una grave equivocación anunciada; no de parte de ETA, si no del propio presidente que nos ha estado engañando, antes, durante y después del callejón sin salida en el que nos ha metido.  Llegados a este punto, conviene recordar las palabras de Rajoy en el Congreso: “Cuando lleguen los momentos duros, señor presidente, el único que estará a su ladono lo olvide- seré yo, será el PP”.  Aún resuenan en el hemiciclo las carcajadas de los diputados socialistas. ¿Y ahora, qué? Ahora, si es posible, a recuperar el tiempo perdido.

Cierto que ante la amenaza de los terroristas todos debemos  arrimar el hombro; cierto también que el PSOE y el Ejecutivo nos han estado ninguneando (aislando, tras el Pacto del Tinel) desde el principio de la Legislatura. Asimismo, se nos ha acusado de ser los causantes del fracaso de esta locura que ha encanallado a toda la sociedad española. Y no es menos cierto cómo hemos soportado (en soledad) el dolor junto a las víctimas del terrorismo. En la intimidad y en la calle.  Para más INRI, en este tiempo de tinieblas, el Gobierno, el fiscal general del Estado y el ministro de Justicia, han ‘amparado’ a Otegui y a De Juana y han legalizado a la ANV, como ya lo hicieran con el PCTV. Nos hemos retrotraído a cinco años atrás.  O sea, que se ha dinamitado el Pacto Antiterrorista y la  Ley de Partidos Políticos de una tacada, posibilitando que ETA vuelva a las instituciones, dándole oxígeno financiero. Se podría haber hecho peor pero es difícil. En suma, emulando al conde de  Romanones,  “han sido certeros”, pero “certeros en el error”.

Bien, pues incluso en estas circunstancias y con estos precedentes, nuestro presidente Rajoy, ante esta coyuntura histórica ha estado a la altura que de él se esperaba y se ha puesto a remar en la misma dirección que el Ejecutivo y que el PSOE  para alcanzar ese consenso que la sociedad reclama. No nos faltará generosidad para afrontar ni el presente ni el futuro.

En este tiempo de sangre, sudor y lágrimas que se avecina, nadie nos va a apartar de nuestro deber de servir a España. Estamos por recuperar la confianza perdida, el diálogo y el consenso. A nosotros no nos cuesta mucho porque estamos donde estábamos: con las víctimas y contra ETA. Estamos deseando que ZP luche, de verdad,  con la misma firmeza y de forma implacable para doblegar a los asesinos. Para empezar, nos hubiera gustado  escuchar en su propia voz y no en la de la vicepresidenta que ha llegado el momento de trabajar juntos para ‘derrotar’ a ETA.  Queremos que ETA no  sea un interlocutor político nunca jamás; ni que Otegui sea considerado un hombre de paz ni que De Juan entienda o deje de entender el proceso. Deseamos simple  y llanamente que el peso de la ley –todo el peso de la ley- caiga, de ahora en adelante sobre los asesinos y sus cómplices.

Hay que desandar todo lo andado; a los separatistas, a los asesinos,  ni agua. Los demócratas no podemos dejarnos humillar por una panda de miserables. Lo que nos gustaría saber es que la firmeza presidencial se va a concretar en decisiones que ‘vuelquen’ la historia,  aplicables en Navarra, Pamplona, Vitoria y en  la anulación de la listas de Asociación Nacionalista Vasca, una vez que la organización terrorista ha asumido sus votos como propios. El presidente del Gobierno  tiene que rectificar su política porque su estrategia nos ha situado al borde del abismo.

Es tiempo de unidad. Estamos en ello; pero no podemos otorgar un cheque en blanco a un jefe del ejecutivo que no tiene fondos ni credibilidad. Es hora de volver al consenso de donde nunca debimos salir en materia antiterrorista. Lo preocupante es que estando de acuerdo en el fondo –la derrota de ETA- no compartamos la estrategia. Una estrategia que tiene una hoja de ruta clara: el imperio de la ley. Medidas policiales, políticas,.de cooperación internacional y de tregua sin cuartel contra la serpiente y sus secuaces.

Nos hubiera gustado que del encuentro monclovita saliera al menos una serie de medidas prácticas para ir trabajando juntos y en la misma dirección porque el enemigo es la banda terrorista, no el PP. La ambigüedad del presidente nos sitúa, como siempre, a la otra orilla del limbo.  

Con Aznar y con Rajoy se le hizo llegar a los terroristas el mensaje de que, mediante el terror, nunca conseguirían sus objetivos. Es hermoso informar, compartir y buscar la unidad pero ha llegado el momento de que el presidente se moje y deje de jugar con las cartas marcadas. Por el diario  gubernamental de cabecera  hemos sabido, minuto a minuto, cómo y cuánto negoció con los terroristas, desde el 2002. durante la negociación de la Ley de Partidos Políticos y después del atentado de Barajas. Su credibilidad y su lealtad están en entredicho. Y su estrategia, devaluada.

Nuestro apoyo, por tanto, no puede ni debe ser incondicional. Y su actuación debe marcar otro ritmo y otro rumbo; de lo contrario, ETA habrá ganado otra batalla.

Cada minuto, cada segundo que tardemos en coordinar las fuerzas para arrinconar a los asesinos, será una losa para nuestras conciencias. Firmeza no es ni venganza, La ley ante todo.  “Desde la debilidad –escribió Fernando Abril Martorell- se encuentran muchas dificultades para el entendimiento. Desde la firmeza, muy pocas”. Nada nos agradaría más a los populares que los socialistas rectificaran y se mantuvieran firmes en acabar con la banda asesina.  Al menos en dos cosas a corto plazo: en que los filoetarras no gobiernen en el País Vasco y en Navarra allí donde puedan impedirlo con sus votos los demócratas  y en que se acabe de una vez con la impunidad para las extorsiones y la ‘kale borroka’. Ni un instante de tregua para el totalitarismo que regresa vía urnas y gracias a ZP. Cambie, señor presidente,  paz por libertad. Simplemente. No hay minuto que perder: bien sabemos que no hay mayor delito que perder el tiempo.

Voy terminando. Celebramos esta semana los primeros treinta años de democracia en España. Seis lustros viviendo en libertad. Los mejores años de nuestra vida. Nuestro agradecimiento a los hombres que lo hicieron posible. Mantengamos el espíritu de la transición. Y de la tolerancia.  No fue una coyuntura  fácil pero Adolfo Suárez,  Manuel Fraga y  el Rey  Juan Carlos, entre un puñado de valientes, nos enseñaron que mientras se lucha no se fracasa. No gastemos energías en dinamitar tan magna obra que cedió el protagonismo al pueblo español. No cuarteemos la Carta Magna.

Y unas cuantas felicitaciones personales: a Esperanza Aguirre y a Alberto Ruíz Gallardón por sus ‘escandalosas’ victorias en Madrid; a Rita Barberá y a Paco Camps, porque casi se salen en la Comunidad Valenciana;  a los amigos murcianos, riojanos y castellano-leoneses por sus ‘inmensas mayorías’ y a nuestra senadora María Dolores de Cospedal, que ha devuelto la ilusión a todos los castellano-manchegos. Y muy especialmente, a Pío García Escudero, responsable de la campaña electoral del 27M y  nuestro portavoz en el Senado,  porque  generó confianza suficiente para afrontar sin miedos las generales de otoño (o de primavera).

La lección de generosidad, de lealtad, de patriotismo y de sentido de Estado que ha dado, una vez más, nuestro presidente  Mariano Rajoy  asegura que la cadena de la deseada unidad no se romperá por el eslabón del PP. Nuestro líder nacional es hombre de palabra. Confiemos en que el presidente Zapatero cumpla la suya y no aproveche esta tregua con el principal partido de la oposición para seguir tendiendo puentes ni ANV, ni a Batasuna, ni a ETA. Como en la escarizada película de José Luis Garci, hay que volver a empezar. Y, como bien dijo Benjamín Franklin, “o caminamos todos juntos hacia la paz, o no la encontraremos nunca”. La unidad es el camino.

  *Rodolfo AINSA es senador del PP por Huesca.
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