www.diariocritico.com
La plaza Tahrir

La plaza Tahrir

miércoles 16 de febrero de 2011, 18:51h

Los egipcios demostraron al mundo y especialmente a los pueblos que se encuentran sometidos a una dictadura implacable (como la nuestra) que para derrocar un tirano basta con salir masivamente a la calle, manifestar pacíficamente, no temerle a la amenaza de la fuerza pública y tener perseverancia para permanecer movilizados todo el tiempo necesario, sin ceder, hasta que el dictador comprenda que su pueblo ya no lo soporta más.

El füehrer dijo en estos días que no lo pueden comparar con Mubarak. Yo diría que es al revés, es a Mubarak a quien no se le puede comparar con el füerer. A pesar de que ambos instauraron un régimen totalitario férreo e implacable, hay una gran diferencia. Mubarak ha sido lo suficientemente inteligente para comprender que no podía permanecer más tiempo en el gobierno. Otra diferencia es que en ningún momento ordenó a la fuerza pública -ejército o policía- que agrediera al pueblo que estaba manifestando. En un momento determinado irrumpió en la plaza Tahrir una horda de malandros salvajes -parecida a las brigadas de asalariados que aquí son movilizadas para defender al régimen- que arremetió contra los manifestantes. Pero estos tuvieron el coraje de enfrentarlos y los obligaron a huir. Mubarak asegura que él no ordenó ese ataque y poco antes de separarse del poder había ofrecido castigar a los que agredieron de esa manera al pueblo.

Coincido con la generalidad de los analistas, en cuanto a que de lo ocurrido en Egipto se pueden extraer muchas lecciones.

Una de las más claras es que cuando llega el momento no hace falta un líder. El pueblo se moviliza espontáneamente y es de esa misma masa en movimiento de donde emergen los líderes que mantienen viva y atizan la llama de la protesta para que no se apague.

Otra lección evidente es que cualquier intento de bloquear las redes sociales es inútil. Lo vimos cuando hubo las protestas en Irán y ha quedado demostrado en El Cairo. Tratar de silenciar esas redes para que los manifestantes no se comuniquen entre ellos o para impedir que la información sobre lo que está ocurriendo llegue a los medios internacionales, antes que desmoralizar, consolida la solidaridad y estimula la imaginación y la inventiva para romper la censura.

Otra lección es que la fuerza pública no agrede a un pueblo alzado que de manera pacífica exige democracia, libertad y respeto a los derechos humanos. Solo un gobernante inescrupuloso es capaz de lanzar al ejército contra el pueblo y aun así -lo hemos visto aquí- una fuerza armada profesional e institucional no se presta para masacrar a la ciudadanía. Es por eso que algunos regímenes optan por crear tropas de milicianos pagados cuya única función es defender ciegamente a su jefe.

Como dice el refrán, no hay mal que dure cien años (o treinta como en los casos de los gobernantes derrocados de Túnez y de Egipto, o doce, o quince) ni cuerpo que lo resista. Hasta en la cuna del comunismo, llegado el momento apropiado, se derrumbó la dictadura implantada por Lenin y continuada por Stalin, Brezhnev y compañía. Otros ejemplos son la China de Mao y sus sucesores, la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini y muchos otros que serían tediosos enumerarlos.

Otra lección importante es que para obligar a un sátrapa a abandonar el poder no hace falta ayuda externa. Basta, como dije al comienzo, el coraje y la perseverancia de un pueblo dispuesto a arriesgarse y a no ceder hasta lograr su objetivo. La apatía y el pragmatismo de los gobiernos supuestamente amigos que no se atreven a tocar ni con el pétalo de una rosa a un gobernante por el simple hecho de que emanó de elecciones democráticas pero que con el tiempo se transformó en dictador, cederá también y se transformará en solidaridad cuando se den cuenta de que la protesta va en serio y que las reivindicaciones son justificadas.

En Venezuela tenemos muchas plazas que podrían servir de plazas Tahrir.

www.adolfotaylhardat.net

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios