El Consejo Supremo del Ejército, que controla en estos momentos el poder, está siendo objeto de continuas presiones para que excarcele a los presos políticos y levante el estado de emergencia, que rige en el país desde hace 30 años. Los militares han disuelto el Parlamento y suspendido la Constitución, y se han comprometido a redactar un nuevo texto en breve plazo, a convocar un referéndum en dos meses y a entregar el poder dentro de medio año.
De momento, el tráfico transcurre con fluidez en la plaza Tahrir, epicentro de unas protestas que han conmocionado a todo el mundo, de forma muy especial al mundo árabe e islámico. Desde las movilizaciones de Túnez y Egipto se han registrado episodios similares (de mayor o menor calado, en algunos casos muy violentos) en Libia, Yemen, Bahréin, Irán, Argelia e Irak, y se anuncian manifestaciones al menos en Marruecos.
Egipto ha intentado recuperar la vida normal a lo largo de la semana, pero los carros de combate siguen desplegados por las calles, los colegios aún no han reanudado sus actividades, los bancos continúan cerrados y numerosos trabajadores se han declarado en huelga.