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Zapatero ya no vende

lunes 21 de febrero de 2011, 11:49h
  Todavía faltan tres meses para las elecciones autonómicas y municipales de mayo, pero la sensación que transmiten los discursos de los políticos en los mítines de los partidos es que ya está todo dicho. Que todo es más de lo mismo y que casi todo es vocerío alrededor de lo que hace o deja de hacer el Gobierno que preside Rodríguez Zapatero. Los problemas locales o las incertidumbres que acechan el desarrollo de las comunidades autónomas han sido relegadas a un segundo plano. ¿Por qué? Pues porque la situación económica del país: más de cuatro millones y medio de parados -y los problemas asociados que se derivan de semejante drama- acaparan el grueso de las preocupaciones del personal.

   De ahí, que la cita de mayo se esté configurando como un plebiscito anticipado entorno a Zapatero. Por eso, en algunas comunidades los candidatos socialistas prefieren distanciarse del presidente. Su imagen lastra. Lo hemos visto en Extremadura, donde Fernández Vara ha preferido la compañía de Pérez Rubalcaba como  padrino de la ceremonia de su proclamación como candidato. Tiene lógica sí pensamos que, sobre el papel, la cita electoral de mayo es para decidir sobre el signo de las políticas regionales y locales. Pero la política se apoya en las encuestas y todos los sondeos apuntan que el personal parece dispuesto a pasar factura en la primera ocasión que se le presenta; por eso, como decía, algunos dirigentes socialistas, caso del mencionado Fernández Vara o de Barreda el candidato en Castilla-La Mancha, prefieren ser juzgados por sus obras y no por las de Zapatero.

   Es curioso cómo en sólo tres años se ha desmoronado el edificio de márquetin que Pepe Blanco construyó alrededor de la "marca ZP". Es un fenómeno que no tiene precedentes en la España democrática. Porque  incluso en la despedida y aún en sus horas más bajas de popularidad, tanto Felipe González como José María Aznar conservaron elevados índices de estima entre los suyos. Otro tanto sucedió con la figura -trágica en términos políticos- de Adolfo Suárez, cuya obra, pese a las carencias que terminaron por provocar su caída, hoy es encomiada por todos. Ya digo, un descrédito como el que sufre Rodríguez Zapatero, no tiene precedentes. Su imagen ya no vende.
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