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Ocurrencias

lunes 21 de febrero de 2011, 12:22h
   A veces los ciudadanos nos sentimos inertes ante algunas de las decisiones de los responsables políticos. Por ejemplo, hace unos días el director general de Tráfico, Pere Navarro, anunciaba que va a reducir a 30 kilómetros/hora la velocidad en buena parte de los cascos urbanos de las ciudades y que, además, las bicicletas podrán circular por las aceras y por donde les venga en gana. Y después de decirlo supongo que se habrá sentido la más de satisfecho.

   Vaya por delante que me parece lógico que por la ciudad se conduzca a una velocidad moderada, pero me parece que a 30 km/h puede ser una exageración. Y me temo que detrás de la medida hay sobre todo un afán recaudatorio.

   En realidad, conducir se está convirtiendo en un problema. Los alcaldes, pongamos que hablo del de Madrid, se complacen en peatonalizar las ciudades, lo que supone un grave problema para los vecinos de las zonas peatonales que, por una parte, tienen que soportar más ruido del que soportaban cuando sufrían el tráfico y, por otra, tienen el inconveniente de que no pueden llegar a su casa en coche.

   Lo digo como "boutade", pero a veces me pregunto si los poderes públicos no terminarían antes con los problemas del tráfico y su cruzada contra los coches cerrando directamente las fábricas de automóviles. Yo, cuando escucho a algún responsable político quejarse de que los ciudadanos utilizan sus coches para ir de un lado a otro, pienso que si no fuera así ¿para qué querría nadie tener un coche? Si no quieren que utilicemos el coche entonces dejaremos de comprarlos y miles de personas que trabajan en las fábricas de automóviles, más concesionarios, etc, terminarán en el paro. Porque, desde luego, tener nadie tiene el coche en el garaje para sólo utilizarlo para las vacaciones. Pero es que, además, vivimos en el siglo XXI, repito, el XXI, durante las comunicaciones han cambiado y las necesidades de los ciudadanos también.

   Otra cosa es que haya que ordenar el tráfico, y desde luego hacer lo indecible por evitar accidentes. Y aquí viene la segunda parte. No comprendo como se puede autorizar a que las bicicletas vayan por donde quieran. Por la acera, por el medio de una avenida, etc. Sí entendería que la Administración pusiera en marcha los carriles-bici que hay en algunas ciudades europeas. Esa sí que sería la solución para que a quienes les gusta ir en bici lo hagan. Ahora lo que no se puede es apostar porque la bici sea el medio de transporte de los ciudadanos. Además, no quiero ni imaginar el caos que va a suponer que las bicis vayan por las aceras y, además, tengan prioridad. Esa decisión de que la bici manda, sí que va a provocar caos y accidentes.

   Es evidente que las ciudades están congestionadas por el tráfico, que hay momentos en que no se puede circular, pero, desde luego, la solución no es ampliar las aceras y hacer los carriles de circular tan estrechos que los coches tengan que ir en fila india. Parece que los responsables políticos viven en el País de las Maravillas, donde los ciudadanos necesitan grandes aceras para pasear porque no tienen nada mejor que hacer.

   Pero sobre todo, es el afán recaudatorio de los ayuntamientos y de Tráfico el que me parece a mi primar en las decisiones que van adoptando. Vaya por delante que muchas de las medidas adoptadas en estos años por el señor Pere Navarro han sido un acierto y que desde luego están sirviendo para luchar con más eficacia contra la siniestralidad en las carreteras. Pero no todo lo que se le ocurre al señor Pere Navarro es la panacea.
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