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Hair

Hair

lunes 21 de febrero de 2011, 21:14h
Dos episodios marcaron mi primer viaje a Londres en 1971. Uno, el curioso desarrollo de las manifestaciones callejeras. Acostumbrados en España a que los grises sacudieran estopa a las primeras de cambio, no entendía la actitud de la policía británica protegiendo a los manifestantes de turno para que no se desmandaran pero también para que no fueran incordiados por los defensores de las ideas contrarias. Dos, la representación de Hair.

Esta obra de filosofía hippy fue la precursora de las grandes óperas rock que llegaron después. Su música permanece aun vigente, pero el contenido de su mensaje se ha instalado ya en el panteón de la nostalgia. Hair fue, sin embargo, un grito de libertad en los escenarios de los países con libertades. Una protesta contra el sistema a través de la oposición radical a la guerra de Vietnam. Hair era en definitiva algo así como un modelo de vida.

A pesar de su contenido obsoleto, o no tanto, según se mire, alguien ha decidido emprender una gira de representaciones en España y se ha encontrado de bruces con la ley antitabaco. ¿Quién les iba a decir a los autores de Hair que, más de cuarenta años después de su primera puesta en escena, su mensaje liberador chocaría con la aplicación de una ley democrática en un país que entonces era una dictadura? Ahora resulta que los actores de la obra no pueden fumar en el escenario para no incumplir la ley antitabaco. ¿Se puede mantener con seriedad  el mensaje de Hair con unos cantantes que chupan un cigarrillo electrónico o simulan dar caladas a un porro imaginario? ¿Se podría rodar Casablanca en España? ¿Renunciaremos a escuchar 'El humo ciega tus ojos' de los Platters?

Desde mi posición favorable a la ley antitabaco no puedo entender la falta de previsión de los legisladores en algunos aspectos controvertidos de la norma, sobre todo cuando ya está ensayada en varios países europeos. Siempre ha existido una cierta prevención en España a fumar en los escenarios teatrales y cinematográficos ante el temor a los incendios. Eran los tiempos de las pausas con un anuncio en la pantalla que te animaba a visitar "nuestro ambigú". Hair se estrenó en una época en que en los patios de butacas de los cines londinenses unas amables señoritas vendían helados sobre una cesta ayudas de una linterna y se podía fumar durante la proyección de la película. Ahora no es así. Los tiempos han cambiado, pero espero que no tanto como para que las escenas de los fumadores de Hair deban ser representadas en la acera del teatro. Sería una injustificable molestia para los espectadores trasladarse a la calle cada vez que los actores echen un pito por exigencias del guión.

Carlos Roldán. Periodista.
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