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Dos orejas para el de la Puebla y El Cid y una para Juan Mora

Magia y cante hondo de un Morante que se rompió a torear... medio toro

Magia y cante hondo de un Morante que se rompió a torear... medio toro

domingo 27 de febrero de 2011, 13:16h
Morante de la Puebla escribió una nueva página de oro en Madrid con el cante hondo de su capote y muleta, sobre todo frente al quinto -de escasa presencia y fuerzas, eso sí; o sea, el denominado medio toro-, ante el cual se desbordó la magia de su toreo en un faenón a recordar 'per omnia saecula saeculorum'. El Cid le acompañó por la Puerta Grande con otras dos orejas de menor fuste ante el único 'cuvillo' bravo, y Juan Mora logró una del sobrero tras una tarde preñada de detalles.
No habían pasado ni dos minutos y ya habíamos visto más toreo 'der güeno' que en toda la grisácea tarde anterior, pese a la lluvia de orejas. ¿La culpa? El capote de Juan Mora, que adormeció la embestida de su primer enemigo con verónicas de manos bajas y enjundia alta. Sólo era un anticipo de la gloria que nos esperaba después con 'San Morante'. Sólo era un anticipo de la obra que cinceló el de La Puebla que nos depositó en las playas de la gloria y nos hizo salir toreando de Vistalegre en otra tarde para la historia.

Aunque antes de continuar, es justo y necesario echar mano del sabio refranero hispano. Porque si de dinero y santidad, la mitad de la mitad; de esencia y cante hondo, casi casi lo miemso. Porque la corridita, sin ser tan bochornosamente anovillada como la de las figuras, figuritas y figurones del primer festejo -Juli, Manzanares y Talavante, próceres del toreo industrial-, tampoco en conjunto tenía el trapío exigido para Madrid, aunque sea en Vistalegre.

Y del desigual encierro de la factoría Cuvillo, los dos peores presentados fueron tercero, un inválido descoordinado y protestadísimo que no dio opciones a El Cid, y ese quinto con el que Morante bordó el toreo y nos estremeció las fibras sensibles. Eso sí, con semejante ganado la única forma de emocionar es con el toreo mágico, y esta catadura la posee en exclusiva el de La Puebla.

Tras sus verónicas de perfección suma, llegó el turno para la muleta. Y Morante se rompió a torear: desde la sinfonía de ayudados de inicio, puro sentimiento, pura improvisación, hasta la pureza de redondos y naturales en un palmo merced al temple y la ligazón, que cerraba ora con arrebatadoras esculturas de los pases de pecho con toro y coletudo fundidos en abrazo eterno, ora con barrocas trincherillas ora con la canela de los pases de la firma, ora con lo que le brotaba a su imaginación.

El Sumo Sacerdote laico

Con los enfebrecidos catecúmenos de esta Fiesta en estos casos compulsiva, olorosa y flamígera rotos también de pasión, Morante cerró su faenón con nuevos adornos antes del pinchazo y la estocada que le valieron dos justísimas orejas de ese 'medio toro', que ante un bicorne de mayor trapío y fuerza podrían haber llegado a sumar el rabo. Sin olvidar tan trascendental detalle, este Sumo Sacerdote de la laica liturgia que es la lidia, que apuntó algo similar frente a su primero hasta que se rajó, volvió a desmarcarse de la vulgaridad de la mayoría de sus compañeros y a poner años luz de distancia y torería.

Incluido un Cid que no acaba de despegar. Porque con el burel de mejor presencia y único bravo -el sexto, premiado en exceso con vuelta al ruedo-, con el que empezó como en sus mejores tiempos a base de distancia y sometimiento, a base de muletazos de profundidad oceánica, el de Salteras se desdibujó con la otrora su mano favorita, la izquierda, y ya no alcanzó de nuevo en redondos las altas cotas iniciales, a pesar del regalo de los dos trofeos por parte del usía.

Incluido un Juan Mora que apostó más por los detalles plenos de belleza, con percal y flámula, de la clase que atesora pero sin 'macizar' sus labores. Ni siquiera con el sobrero que regaló, aunque aquí apostó por el arrimón entre sus pitones como navajas, asustando al bicho y al público y ganándose una oreja, aunque no con la habitual ley de su clasicismo y empaque. Y es que la tarde fue de Morante, y van... Y es que la tarde fue del toreo eterno y mágico. Del de cante hondo. Y olé.  

FICHA

Siete toros de NÚÑEZ DEL CUVILLO, mal presentados en general con 3º y 5º anovillados, y 6º con trapío. Noblotes y escasos de casta y fuerza, salvo ese bravo 6º, premiado con vuelta al ruedo. JUAN MORA: ovación tras petición; ovación; oreja en el sobrero que regaló. MORANTE DE LA PUEBLA: ovación; dos orejas. EL CID: silencio; dos orejas con protestas.Plaza de Vistalegre, 27 de febrero, 2ª de la Feria de Invierno. Más de tres cuartos de entrada.
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