Santiago no es Chile

Hace una semana tuve que viajar. O sea, dejar la fría y contaminada ciudad de Santiago para comenzar un periplo por la Cuarta Región.

Con mi equipo de trabajo –ocho profesionales del área audiovisual y gastronómico, que realizamos un programa de gastronomía para un canal de televisión por cable– partimos hacia el norte.  Un viaje de casi cinco horas, para ir en busca de “historias de cocina”.

¿Historias de cocina, qué será eso? Tan simple como buscar sucesos de personas que tengan alguna relación con la comida, con la cocina, con productos que pudiesen llevarse a la mesa para compartir con amigos y mezclar con sabores característicos de la zona.

En este recorrer llegamos a una pequeña caleta situada a unos quince minutos de La Serena. Su nombre, Caleta San Pedro. Alberga a una población de no más de 300 personas que se dedican en su mayoría a la extracción de machas. Ahí conocí a Don Franklin, el presidente de la Asociación de Extractores del molusco. Un hombre más bien robusto, con carácter  fuerte y poseedor de un liderazgo asombroso.

En medio de mi reporteo comencé a darme cuanta del tipo de organización y de la singular forma de vida de estos hombres de mar. La extracción de las machas es endémica en la zona, de hecho junto a Peñuelas y Coquimbo, la Caleta San Pedro es el principal banco de extracción de ese molusco en el mundo.

Pero sin duda, lo más rescatable de este grupo de pescadores y de sus familias, es la forma que tienen de enfrentar la vida y hacer de su actividad una forma de vivir.

La extracción de las machas se realiza de lunes a viernes, aproximadamente a las 3 de la tarde, cuando la marea está baja. Ahí, cada trabajador, perteneciente en la Asociación, puede sacar una cierta cuota que está a priori definida por Don Franklin. Todo esto para cuidar y preservar el producto. Son 131 personas que pertenecen al gremio, de las cuales 50 son mujeres, que trabajan de igual a igual que los hombres y reciben los mismos beneficios.

Lo interesante de este oficio es que se va transmitiendo de generación en generación, pero a pesar de ello, al conversar con los hombres y mujeres que trabajan la macha, pude darme cuenta de que las expectativas que tienen para sus hijos escapan de la Caleta. Muchos de los extractores sueñan con que sus retoños puedan salir de San Pedro a buscar nuevos horizontes.

Santiago es, sin lugar a dudas, es su primera opción; sueñan con que sus hijos puedan estudiar y cambiar la historia de la familia, pero no con un afán negativo ni renegando de su origen. Por el contrario, Don Franklin y el resto de los hombres esperan para sus hijos un futuro más seguro, en las grandes urbes; con más educación.

Creo que los habitantes de la caleta tienen una vida envidiablemente tranquila, con un buen clima, alejados de la contaminación, la delincuencia y la vorágine de la gran urbe, pero así todo, siento que  ven a Santiago como el lugar perfecto para el desarrollo profesional y personal de sus hijos.

Evidentemente que a los que somos nacidos y criados en Santiago no se nos pasa por la cabeza radicarnos en una pequeña caleta, pero es increíble cómo aquellos que nacieron alejados del ruido, las grandes carreteras y gigantescos edificios, sienten que aquí es donde hay que estar. Creo que se equivocan.

Cuando conocí a Don Franklin y al resto de los macheros, les pregunté si me darían trabajo y me respondieron con un entusiasta “sí”. Pregunté también cuánto ganaría y cuánto dinero necesito para subsistir. Averiguo si hay algún colegio o establecimiento educacional. Me entero que en la misma Caleta los niños se educan día a día en una pequeña escuela.

En la Caleta San Pedro están todas las cosas “indispensables” para vivir: mar, trabajo, techo, educación. Definitivamente, Santiago está lejos de ser Chile y confieso, luego de haber estado allí, que la opción de dejar la capital comienza a tornarse en algo absolutamente viable.

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Pamela López de Santa María F.
Periodista.