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Y que vengan muchos más

Y que vengan muchos más

viernes 15 de junio de 2007, 09:51h
TITO B. DIAGONAL
Barcelonés de alta cuna y más alto standing financiero, muy apreciado en anteriores etapas de este diario, vuelve a ilustrarnos sobre los entresijos de las clases pudientes
A todo el mundo le ha entrado un ataque galopante de nostalgia. Ayer tarde, en el Congreso de los Diputados, hasta Su Majestad el Rey, que Dios guarde, hizo un emocionado quiebro de voz al referirse a los primeros treinta años –espero—de las primeras elecciones democráticas, las del 15J, aquellas que ganó la UCD (que tenía como logotipo un donut bicolor, en afortunada frase del Jordi Estadella, padre ingenioso del concepto que luego se apropió todo el mundo), cuando yo ordené hacer una remodelación en la decoración de mi locutorio telefónico, que pasó del fucsia original, al verde y oro, más acorde con la época de esperanza (verde) que se abría para España, amén de la constatación del hecho áureo de mi riqueza personal, cosa que, por lo visto, les ponía –y les sigue poniendo—los dientes largos al Jáuregui, a los Carballeira Brothers, y a su primo el malvado del Vilariño.

Sí, amadísimos, globalizados, megaletileonorisofiados y treintañados niños y niñas que me leéis, han pasado seis lustros, tres decenios, o sea 360 meses, o 1.560 semanas, o 10.920 días. Ya sé que treinta años no son nada, aunque las nieves del tiempo plateen algunas sienes y despejen del cabello muchos cráneos. El 15 de junio de 1977 muchos se estrenaron en el arte de introducir una papeleta en una urna. Incluso muchos/as le han cogido gusto a la cosa y cada cuatro años repiten el gesto. A eso se le llama democracia. Un/a hombre/mujer, un voto. Es el sistema. El gobierno del pueblo por el pueblo y para el pueblo. El peor de los sistemas políticos existentes, si descartamos todos los demás.

Hoy, según mi secretaría de Prensa, todos los periódicos están llenaos de recuerdos nostálgicos de aquel 15J. Hoy, treinta años después, todo el mundo recuerda con bastante emoción la figura de Adolfo Suárez González, duque de ídem y caballero de la Orden del Toisón de Oro. Incluso aquellos que, hace tres decenios le combatieron a sangre y fuego, como Santiago Carrillo y Felipe González, se declaran ahora amiguísimos del hoy duque. Tanto el comunista como el sociata fueron duros pero leales adversarios del de Cebreros. No así sus compañeros de la UCD, que conspiraban hasta en los ascensores y retretes contra Suárez. Muchos de ellos han acabado en el Partido Popular de las Españas y ahora, con gigantesca inverecundia (o sea, con un morro-morrazo que se lo pisan) se reclaman legítimos herederos del legado político centrista de Suárez. Porque hace treinta años, en España, se daba todo el arco ideológico clásico: extrema izquierda-izquierda-centro-derecha-extrema derecha, hasta que llegó la UCD y aporto el extremo-centro.

Durante estos treinta años, pequeñines/as míos/as, os hemos mantenido como muy ocupados en vuestras cosas. Se trataba de hacer normal en las instituciones lo que era normal a nivel de calle (como dijo Fernando Ónega, por boca de aquel Adolfo Suárez del puedo prometer y prometo). Ya tenéis democracia. Ya os habéis acostumbrado a dirimir vuestras querellas y vuestras diferencias en las urnas. O sea, que ya sois todos/as mayorcitos/as. Han pasado 30 años de ejercicio regular y regulado de la democracia, legislatura va, legislatura viene. ¿Y qué son 30 años? Una nadería comparados con la inmensidad del tiempo geológico. O sea, que vengan mucho más de ejercicio democrático por los siglos de lo siglos. Quizá así, pongamos que dentro de 200 años, se consiga cerrar el mapa autonómico de las Españas autonómicas y multicolores. Que ya van siendo años de hacerlo, ¿verdad?.
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