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Enrique Szewach

Diferencias

Diferencias

lunes 04 de diciembre de 2006, 03:09h


En la cena de la celebración de la pascua judía (pesaj), en la que se recuerda la salida de Egipto y el paso de la esclavitud a la libertad, se cumple una ceremonia particular. En ella, el niño, o niña menor presente, formula a los adultos cuatro preguntas. Dichas preguntas están orientadas  a establecer la diferencia entre esa noche y todas las otras noches. Con este método, los niños aprenden de sus mayores la historia de la salida de Egipto y el comienzo de la epopeya del pueblo judío por el desierto. Es una manera muy ingeniosa de transmitir un legado y recordar la historia de generación en generación.

Los otros días, asocié libremente esa escena, cuando un amigo, café de por medio, me preguntó:¿ Porque esta recuperación es diferente a las demás?
Me pareció oportuno, por lo tanto, repasar los elementos que explican este crecimiento asiático de la Argentina, para intentar deducir sí, efectivamente, es una recuperación diferente. Lo que implicaría un final no traumático, distinto a los anteriores. O sí, por el contrario, estamos frente a más de lo mismo, ante la crónica de una nueva crisis anunciada.

Formulemos, entonces, las cuatro preguntas:

¿Porqué este escenario internacional es diferente a los que caracterizaron a recuperaciones anteriores?

Hace casi 40 años que el mundo no presenta, simultáneamente, bajas tasas de interés reales, altos precios de los commodities y alto crecimiento. Si bien el escenario 2007 es de desaceleración de la economía norteamericana, computando ese factor, las tres condiciones mencionadas se mantendrán, aunque con valores absolutos algo menores. A esta circunstancia extraordinaria, se le agrega el hecho de la desaparición virtual del FMI como auditor y prestamista de última instancia del mundo emergente. Esto ha generado una mayor “prudencia” en los flujos de capitales financieros hacia la región, y límites al endeudamiento público. Paradójicamente, o no tan paradójicamente , sin el Fondo se ha conseguido lo que el Fondo pretendía. Todo esto configura un escenario internacional inmejorable para América Latina en general y para la Argentina en particular.

Sin embargo, los argentinos estamos aprovechando muy poco este contexto tan favorable. En efecto, entre retenciones a la exportación, prohibiciones de exportar, prioridades para el consumo interno, etc, la participación de la Argentina en el comercio internacional ha permanecido estancada en medio de esta bonanza sin igual. Sólo aquello que no tiene demanda interna o no influye demasiado en el índice de precios, o se encuentra bajo un esquema de comercio administrado, se ha visto favorecido por la mayor demanda mundial: soja y derivados; insumos y productos siderúrgicos; la nueva minería; autopartes y vehículos.

Pero aún sin haber aprovechado el escenario para crecer hacia fuera, lo que hay, alcanza para que los productores de granos y petróleo tengan rentabilidad suficiente para, con precios internacionales altos y tipos de cambio alto, sostener el superávit discal vía retenciones. Y esto me lleva a la segunda pregunta:

Porqué esta política fiscal es diferente a las otras?

La salida de la crisis permitió un fuerte superávit discal primario. Éste surgió por el incremento de la recaudación, producto de las mencionadas retenciones a la exportación, de la recuperación de la economía, que generó una mayor recaudación de los impuestos vinculados con el consumo y por la no actualización del Impuesto a las Ganancias. Todo esto por el lado de los ingresos. Y por el lado del gasto, por la licuación de salarios y jubilaciones.

Los primeros en las provincias y las segundas en la Nación. A esto hay que sumarle un menor déficit total, dado que con el default y luego la renegociación de la deuda, los intereses a pagar y las amortizaciones de deuda cayeron sustancialmente. Casi un tercio en términos de PBI, comparando el 2001 con el 2006.

Pero esta excepcional situación fiscal con un muy bajo déficit total, que logra ser financiado con colocaciones de deuda moderadas-Chávez mediante- se está deteriorando sistemáticamente. En las provincias, por la recuperación salarial y del empleo público que se está comiendo el superávit primario rápidamente, hasta en algunas provincias llegar al déficit.

Y en la Nación, por la necesidad de aumentar jubilaciones y pensiones. Por la necesidad de compensar con inversión pública, la falta de inversión en infraestructura con financiamiento privado y por la maraña de subsidios que permite mantener ciertos precios y servicios sin aumentar, controlando la tasa de inflación.

Por el lado del déficit total, las provincias tendrán que renegociar deuda con la Nación, afectando la recaudación de la Nación, mientras que la Nación, si bien mantiene un déficit primario suficiente como para pagar los intereses, cada renovación de deuda que vence se renegocia a tasas superiores a las originales, aumentando el monto a pagar de intereses en el futuro. Exactamente igual que a la salida del Brady a mediados de los 90.

Cuando cada vez que vencía deuda “ a tasa de convocatoria”, la renovábamos a tasa de mercado. La única diferencia, no menor, es que las tasas de mercado eran más altas y subían.

En otras palabras, la gran diferencia con escenarios fiscales anteriores esta en que, a estas bajas tasas de interés internacionales y con este perfil de deuda, si se sostiene un superávit fiscal de dos puntos de PBI, no se genera la dinámica de la deuda de finales de los 90. Pero ojo, insisto, que cada deuda que se renueva, como en los 90, se renueva a una tasa superior a la que vence, de manera que el monto de intereses a pagar-y por ende la necesidad de superávit primario necesario- no irá cayendo con el tiempo, sino subiendo, en un contexto de presión sobre el gasto, por aumentos de salarios, jubilaciones e infraestructura. De manera que las retenciones a la exportación y el tipo de cambio alto que las sustenta se vuelven imprescindibles, limitando, como ya se dijo, nuestras posibilidades de aprovechar el contexto internacional totalmente. Y esto me lleva a la tercera pregunta:

¿Por qué esta política monetaria y cambiaria es diferente a las anteriores?

Esta política monetaria y cambiaria nació con la demanda de dinero por el piso-en medio de la crisis. Y un alto stock de redescuentos, iliquidez e incertidumbre en los bancos. Ambas condiciones permitieron emitir aumentando fuertemente la oferta y comprar los dólares del gran superávit comercial sin generar presiones inflacionarias.

Cada peso que se emitía encontraba su demanda, o bien en el circulante del público, o bien en la recomposición de la liquidez bancaria que no creaba nuevo crédito sino lo cancelaba. Más adelante la devolución de redescuentos actuó también como un mecanismo de absorción monetaria. Pera esta ventaja inicial se fue agotando, y una vez recompuesta la liquidez bancaria, empezó a crecer el crédito, concentrado en crédito de consumo. Sin mecanismos “gratuitos” de absorción y con la expansión del crédito la tasa de inflación se fue acelerando, obligando al Banco Central a emitir cada vez más deuda onerosa para compensar la emisión de pesos para comprar dólares. En ese sentido, la diferencia con otras políticas monetarias y cambiarias ha sido, por un lado, que no hizo falta en los últimos tiempos emitir para financiar al Tesoro, salvo por los 9000 millones de dólares del pago al Fondo. Por el otro, que todavía el monto de reservas duplica el monto de deuda de corto plazo a interés del Banco Central, lo que permite que, aún pagando más tasa por la deuda de lo que se cobra por las reservas, la cuenta cuasifiscal siga dando positiva aunque cada vez con menos excedente. Todo esto a relativamente bajas tasas de interés. Son las bajas tasas de interés internacionales y locales, las que permiten que el monto de la deuda crezca muy lentamente y por debajo del crecimiento del producto, y que el gasto cuasifiscal del Banco Central, también crezca lentamente.

Pero la gran ventaja de este momento monetario y cambiario es que los países con los que comercia argentina sí aprovecharon la situación internacional, pasando a brutos superávits comerciales y sobrantes de dólares y que, como ellos no venían de demandas de dinero o bancos en crisis, para evitar un aumento fuerte de la tasa de inflación, no tuvieron más remedio que dejar revaluar sus monedas, “ayudando” al Banco Central argentino a devaluar el peso contra esas monedas, sin tener que devaluar el peso contra el dólar. En otras palabras, con la recuperación de la demanda de dinero del público y la liquidez de los bancos, y luego con colocación de deuda, cancelación de redescuentos y revaluación de las otra monedas, el gobierno pudo sostener el tipo de cambio nominal, aunque cuadriplicando la tasa de inflación entre el 2003 y el 2005.

Pero la demanda de dinero tiene un techo, en especial cuando la tasa de inflación es alta.  Los bancos ya casi cancelaron todo el redescuento y recuperaron su giro bancario, haciendo crecer el crédito con fuerza-aunque, insisto, sólo el de consumo, personales y tarjetas. Y ahora toda la política monetaria se centra en emitir pesos para comprar dólares y absorber el excedente con colocación de deuda corto plazo a interés . Y si se desea ir reemplazando la política antiinflacionario de “control de expectativas”, por una política monetaria más ortodoxa o habrá que dejar caer el tipo de cambio o habrá que colocar cada vez más deuda a tasas de interés crecientes, dado el superávit comercial. La revaluación del resto de las monedas seguirá ayudando, aunque menos. Y esto me lleva a la cuarta y última pregunta:

¿Por qué es diferente la política de ingresos?

El gobierno intenta, por una parte, e “control de la tasa de rentabilidad” para mantener la inflación en torno al 10% anual y no tener que recurrir a una política monetaria más restrictiva y una política cambiaria de revaluación más acelerada del peso.

Simultáneamente, pretende una recuperación de la participación del salario en el ingreso total. Y, a su vez, por la restricción fiscal, mantiene una presión fiscal récord sobre el sector formal de la economía. La suma de todos estos elementos ha llevado a una reducción sistemática de las utilidades empresarias, de un nivel extraordinario en el 2002-2003 a uno más “normal” en el 2006. Téngase en cuenta que, todavía, la participación del salario en el ingreso total está seis puntos por debajo de fines del siglo pasado. Por otra parte, la alta capacidad ociosa, el alto desempleo, y la sobreinversión de los 90 en algunos sectores permitieron una recuperación de la actividad con tasas de inversión, en maquinaria y equipos bastante más bajas que en los 90. Todo este efecto capacidad ociosa y desempleo se ha agotado prácticamente.(Los desempleados que quedan tienen serios problemas de inserción laboral en el mundo productivo). Por lo tanto, ahora la solución pasa por incrementar la tasa de inversión. Pero incrementar la tasa de inversión con tasas de rentabilidad cayendo y con perspectivas de caer aún más resulta difícil. Pero, además, téngase en cuenta que, como digo siempre, la inversión está del lado de la demanda. Mientras se concreta aumentan las presiones inflacionarias.

Sólo cuando se termina pasa a ser “nueva oferta”. Con este cuadro, entonces, o pasamos a una política de ingresos diferente con mayores tasa de rentabilidad y menores presiones de costo o habrá que incrementar los subsidios directos o las protecciones artificiales, o el ritmo de crecimiento se irá desacelerando de la mano de un ritmo de inversión más compatible con un 3-4% que con un 9% anual.

¿Y entonces?. Entonces, por ahora, esta recuperación es diferente en que tiene un escenario internacional extraordinario y en que el superávit fiscal se está deteriorando a un ritmo menor que otras veces, dada la evolución del salario público y de las jubilaciones y dada la tasa de interés internacional y los cambios en el perfil de la deuda. En cuanto a la política monetaria, el superávit cuasifiscal está cayendo también a un ritmo menor, dada la tasa de interés, y el tipo de cambio real se deteriora también lentamente, dada la revaluación de las monedas con las que competimos. El nivel de actividad, por su parte, se desacelera en la medida que la inversión no crece lo necesario, influida por una tasa de rentabilidad en disminución, salvo para contados sectores. Mientras que el control de precios, al realizarse en un régimen de inflación moderada y no alta y partiendo de utilidades récords, está generando distorsiones y problemas, pero todavía sin mercados negros, ni restricciones de oferta, en la mayoría de los sectores.

¿Y entonces? Entonces esta recuperación solo  se diferencia de las que terminaron mal por un escenario internacional diferente y porque, en el plano local, se están cometiendo los mismos errores pero “en cámara lenta”. (la “velocidad” la dan la tasa de interés, la recuperación del salario y las jubilaciones en términos reales y el monto de los subsidios directos para mantener bajos ciertos precios).

Esto último es lo bueno de esta historia, la “cámara lenta” del deterioro permite corregir la política económica sin necesidad de una crisis. Pero eso implica una decisión político institucional y de la sociedad de “mancarse” crecimientos menores del consumo y precios relativos alineados a los internacionales para aprovechar en serio la situación internacional.

Volviendo al principio de estas líneas, siempre es difícil llegar a la tierra prometida, sin pasar un tiempo en el desierto.

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