lunes 11 de abril de 2011, 17:16h
El Gobierno Nacional argumenta que “dejó de custodiar edificios pertenecientes al Gobierno de la Ciudad, para que esos policías tengan más presencia en la calle, previniendo y combatiendo el delito”.
La realidad, como casi siempre, es otra.
La Policía Federal, dejó de proteger a ciudadanos dentro de edificios públicos catalogados como de alto riesgo, como ciertos hospitales y escuelas.
No es lo mismo.
Pero el “pecado original”, es otro y viene de lejos.
Existe un inexplicable “contrato”, mediante el cual, los policías federales completan su sueldo haciendo “horas extras” o “servicios especiales” para la Ciudad de Buenos Aires.
Es decir, trabajan oficialmente de policías federales unas horas, y trabajan de seguridad privada otras.
Ese es el pecado original, porque un contrato puede rescindirse, mientras que la obligación primaria de la Policía Federal, de proteger a los ciudadanos de su jurisdicción, resulta ineludible.
La Policía Federal, mientras no se modifique la ley actual, tiene la obligación de brindar seguridad a los porteños, no puede “optar”, no puede "renunciar". Y aunque esto fue “heredado”, el gobierno de Macri es responsable por no haber “denunciado” este contrato, cuando asumió, porque no corresponde que los ciudadanos de Buenos Aires, le paguemos a la Policía Federal “extras” por cumplir con su obligación.
Y el Gobierno Nacional es responsable de la decisión de retirar a las fuerzas policiales de su tarea específica como si, insisto, estuvieran custodiando un monumento, y no a médicos, enfermeras, pacientes, familiares, docentes, alumnos.
Un policía tiene que trabajar las horas razonables para cumplir eficientemente su tarea, y tiene que ganar lo necesario como para no necesitar de “changas” para vivir decentemente.
Ese es el centro del problema.
Si los sueldos de los policías obligan a este mecanismo absurdo de tener que contratarlos adicionalmente para que hagan el trabajo que tienen que hacer normalmente, esos sueldos tienen que cambiarse.
Y además hay que tener más policías, para que todos trabajen horas normales con buen sueldo.
Si hay áreas de la tarea policial que pueden ser suplidas por empleados administrativos o de otras profesiones, hay que hacerlo. Y si hay tareas en que la seguridad privada puede reemplazar o complementar la seguridad pública, también se puede hacer.
Pero esto debe ser parte de un programa coordinado de seguridad integral, y no un producto más de la campaña electoral.
En la mayoría de los países, con la seguridad de las personas no se juega, por más elecciones que haya, y por más necesidad de polarizar entre “derechas” e “izquierdas” que haya.
Es ese plan el que desconocemos, y es ese plan el que tendría que estar hoy en el centro del debate político. A propósito, ¿Qué plantean los tres candidatos K. al respecto? ¿Qué opinan los ex jefes de gobierno que firmaron o aceptaron la vigencia de este contrato?
A estas alturas usted se estará preguntando ¿Es esta la columna económica de los domingos?.
Y mi respuesta es sí.
Porque, como siempre, detrás de esta historia, además de la campaña, además de la seguridad, además de la discusión mediática, hay plata, y hay plata pública. Y dónde hay plata, en especial plata pública, la economía tiene algo que decir al respecto.
Algo ya le adelanté. Lo que pone en evidencia este dislate de los adicionales y las horas extras, es que no tenemos suficiente policías, y a los que tenemos les pagamos mal.
Esto no es nuevo, pero en un contexto de bonanza fiscal y fiesta consumista, resulta imperdonable. Más aún cuando el problema de la seguridad encabeza la lista de preocupaciones de la sociedad.
Vuelvo entonces a la discusión de siempre.
Si tenemos récord de recaudación fiscal, nuestro problema es que estamos asignando mal el gasto o somos demasiado ineficientes, o “ambas asimetrías a la vez” (si descubrió el viejazo, participa de un sorteo).
Hace falta consensuar un programa integral y coordinado de seguridad, entre la Nación, las provincias y la Ciudad de Buenos Aires, que incluya el tema central, el narcotráfico, y la presencia de la droga como elemento diferencial de la “inseguridad posmoderna”.
Y luego, asignarle los recursos necesarios, fijando prioridades y controlando y revisando el despilfarro actual.
De lo contrario, algunos vivos se seguirán llenando los bolsillos con “fútbol para todos”, mientras otros vivos nos vacían los bolsillos y la vida, con “seguridad para nadie”