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Reforma y centro en el Sur

Reforma y centro en el Sur

domingo 01 de mayo de 2011, 19:39h
Para millones de personas en casi todo el mundo, el nuestro es “un pequeño país del Sur”, pero al que me refiero hoy es el Uruguay, que ocupa un sexto de la superficie de Bolivia, con un tercio de nuestra población y un producto anual que duplica al boliviano. Su presidente, José Mujica, de 76 años, es un exguerrillero tupamaro obsesionado por incrementar la inteligencia y el conocimiento de su población, tema al que le dediqué hace varios meses una columna, impresionado por la devoción y agudeza con que defiende esa causa. Pepe, como le dicen en su país, ha expresado en cuanta oportunidad se ha encontrado con nuestro Presidente un franco apoyo hacia el proceso político y social boliviano, y ha ofrecido reiteradamente otorgar facilidades portuarias que compensen nuestra mediterraneidad. Recupero en esta ocasión fragmentos de la entrevista que Pepe Mujica concedió a la periodista española Soledad Gallegos y que ha sido difundida por Clarín el pasado sábado 23 de abril, en la que se refiere a la ruta por la que transita la izquierda uruguaya. En su inicio, justifica su discrepancia con la decisión asumida por la coalición a la que pertenece, el Frente Amplio, de abrogar la ley que otorgaba inmunidad a los militares por los delitos de lesa humanidad cometidos durante los años de dictadura. Pese a que él mismo sufrió todo tipo de atrocidades durante los 15 años en que estuvo preso, se inclina por respetar el resultado de dos referendos populares que no respaldaron la iniciativa de iniciar juicios a los militares, pero asegura que en ningún caso vetará la legislación que se está procesando en las Cámaras porque cree que el Parlamento “es la cosa más representativa que tiene un país”. Para el Presidente uruguayo, la ruta gradual por la que ha optado la izquierda uruguaya la obliga a transitar por un largo recorrido durante el que persistirá la injusticia, porque “el capitalismo no es justo, es explotador y crea diferencias, pero tiene una energía formidable”. Con una visión parecida a la de Rousseau, afirma que dentro de cada individuo se verifica una lucha continua entre el egoísmo y la solidaridad, entre individuo y lo colectivo. Cree que será el conocimiento el que incline la balanza hacia la solidaridad, pero estima que hoy ese punto está lejos y que la prisa por alcanzarlo tiene más posibilidades de provocar un aborto que de acelerar el éxito. Su lema es que para poder repartir mucho, hay que avanzar despacio. “El capitalismo tiene que cumplir (su ciclo), multiplicar los medios, multiplicar el conocimiento y la cultura, y va a terminar siendo sepulturero de sí mismo, porque también nos va a hartar con sus despropósitos y con la cantidad de injusticias que comete”. Opina que la mayoría de la gente tiende al centro y que allá se encuentra la fuerza definitoria de las pugnas de una sociedad. Atribuye a Lula el mérito de haberlo comprendido y que sobre esa base pudo realizar cambios “muy importantes”, entre los que el que más cuenta es haber logrado que “40 ó 50 millones de brasileños dejaran de ser pobres crónicos” aún a costa de que la izquierda lo tipifique de conservador. Mujica se muestra resignado a que le pueda pasar lo mismo, pero cree que no tiene opción porque: “Con la gente no se hace lo que uno quiere. A la gente hay que tratar de ayudarla y, hasta donde se pueda, conducir los fenómenos que ayudan (transitar) hacia el porvenir. Pero nunca hay que creer que vamos a construir a la gente como se nos antoja a nosotros”. Profesor universitario Róger Cortés Hurtado
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