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El debate

El debate

miércoles 04 de mayo de 2011, 21:41h
No me sorprende que en la historia de la Televisión  ‘La clave’ constituya aún un claro referente entre los espacios de intercambio de ideas con argumentos, con sensatéz y con respeto a las opiniones divergentes. A partir de la desaparición del programa de Balbín no han surgido foros de polémica solventes mientras asistimos, asombrados,  a continuas exposiciones televisivas de una alarmante mediocridad por la presencia de contertulios que solo aciertan a vociferar sus razonamientos, alentados por los responsables que les animan a calentar esos supuestos debates. Luego algunos terminan, lógicamente, en los juzgados. Estamos tan poco acostumbrados a debatir que los periodos electorales conducen inexorablemente a los medios audiovisuales a una desazón constante para disipar la consabida incógnita, ¿habrá un encuentro entre los dos líderes y candidatos? En Europa occidental esta duda causaría estupor porque campaña electoral y debate forman parte del mismo decorado democrático. En España, no. El debate público no se produce ni siquiera en la elección interna  de los líderes de las formaciones políticas. Así, los aparatos de los partidos ganan siempre. Este es otro de los elementos perdidos tras el fervor democrático de la transición. Un debate tan focalizado en los años ochenta como el mantenido entre el ministro Rodolfo Martín Villa y el consejero del Gobierno Vasco Mario Fernández sobre las transferencias a Euskadi ocupó una franja horaria estelar en Televisión Española. Evidentemente los tiempos han cambiado, pero no han mejorado en este aspecto. No resulta extraño, por consiguiente, que, empujado por esta cultura hostil a la discusión de  ideas en los medios, Juan Vicente Herrera haya declinado aceptar un debate con el candidato socialista Óscar López. Las probadas dotes oratorias y las excelentes perspectivas electorales del presidente de Castilla y León han sucumbido ante el argumentario habitual que concede al aspirante la gratificación de no exhibir una trayectoria de gobierno sujeta a la crítica. Injustificable, pero comprensible. Lo que sí sorprende es que Herrera apele a no debatir con alguien que, dice, le ha insultado a pesar de que la inmensa mayoría de los ciudadanos castellanoleoneses se pregunta por la tremenda magnitud de la ofensa. Yo tampoco me acuerdo. Si recuerdo, por el contrario, el arriesgado apoyo de López a proyectos tan controvertidos como la supuesta fusión de las cajas o el modelo de Televisión regional. Curioso el concepto que tiene del insulto una clase política que se está arreando estopa continuamente en todos los foros en unas refriegas que si se produjeran entre  ciudadanos  se  convertirían  en sendas querellas o finalizarían irremediablemente en la comisaría. La gravedad de los improperios de Óscar López no impedirá, sin embargo, que se celebren otros debates sectoriales con políticos de segundo nivel que repetirán todo lo que han dicho estos años, con sosiego, eso sí, pero sin la menor audiencia ni el más mínimo interés. Puede suceder también que no debatir, no decir una palabra más alta que otra o tratar de pasar inadvertido, forme parte de una  táctica rentable para permanecer en el poder. Es simplemente dejarse mecer por los vientos electorales que siempre soplan a favor. Al menos, hasta que el cuerpo y el ánimo aguanten. Pero eso no es liderazgo político. Carlos Roldán. Periodista.
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