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Sábato, el Che y el tango

Sábato, el Che y el tango

viernes 06 de mayo de 2011, 17:54h
Anarquista en su adolescencia, comunista en su juventud, existencialista en su madurez, escéptico en la vejez, el escritor argentino Ernesto Sábato (Rojas, provincia de Buenos Aires, 24/06/1911 – Santos Lugares, Bs.As., 30/04/2011) ha muerto casi centenario, casi ciego como Borges, su compatriota y antagonista, con el que polemizó sobre literatura, música y otras minucias. Borges prefería la milonga porque, según él, era música popular genuina; Sábato, el tango, porque expresaba “el rasgo esencial del hombre rioplatense: su frustración, su nostalgia, su espíritu introspectivo, su desencuentro, su rencor y su descontento”. En el fondo, aceptó complacido la definición de Enrique Santos Discépolo: “El tango es un pensamiento triste que baila”. Doctorado en Física, abandonó la ciencia para abrazar el arte y la literatura. Es probable que el bombardeo atómico sobre Hiroshima y Nagasaki, en agosto de 1945, lo atormentara como atormentó a muchos de sus contemporáneos. Abrumado por la idea del suicidio, se dedicó a la literatura y al arte como terapia y expiación. Melómano y pintor, su pintura expresionista, fantasmagórica, refleja su mundo interior, mientras su literatura es un largo monólogo sobre la libertad y el destino humano. Publicó tres novelas que le dieron fama internacional –El túnel (1948), Sobre héroes y tumbas (1961) y Abaddón, el Exterminador (1974)–, pero su vasta obra ensayística no es menos relevante. Hay que leer Uno y el universo (1945), Hombres y engranajes (1951), El escritor y sus fantasmas (1963), Apologías y rechazos (1963) y La resistencia (2000). Sábato era un intelectual que poetizaba la duda, el misterio y el absurdo existencial. Vale la pena leer sus ensayos sobre cultura y política. En 1973, la Editorial Crisis, de Buenos Aires, publicó una selección de textos de Sábato bajo el título de La cultura en la encrucijada nacional, libro siempre actual contra la demagogia ‘izquierdizante’ y el provincianismo ‘etnonacionalista’. No estaba de acuerdo con el ‘foquismo’ guerrillero, pero la muerte del Che Guevara en Bolivia lo marcó para siempre. En noviembre de 1967, Sábato pronunció una conferencia en la Universidad de París, titulada Homenaje a Ernesto Guevara. En ella exaltaba la autenticidad del Che, muerto “por un ideal infinitamente más valioso que una simple elevación del nivel de vida material en los pueblos miserables: el ideal de un Nuevo Hombre”. Basándose en el ‘Diario’ del Che, relató la captura y ejecución del guerrillero. Le obsesionó tanto aquella muerte que esas escenas aparecen en su novela Abaddón, el Exterminador. Años después, recuperada la democracia, leyó los testimonios de las víctimas de la dictadura militar argentina y aquello fue un verdadero descenso a los infiernos, según sus propias palabras. Presidió la comisión que investigó las atrocidades de la dictadura, cuyas conclusiones se conocen como Informe Sábato (1985). En España apareció con el título de Nunca más. Obtuvo premios y galardones en Argentina, Francia, Italia, Alemania y España, a quien dedicó un libro: España en los diarios de mi vejez (2004). Su autobiografía, publicada en 1998, se titula Antes del fin. Ahora que ha muerto, conviene recordar un pasaje de su novela Abaddón, el Exterminador, donde uno de los personajes, Bruno Bassán, visita el cementerio de un pueblo y cree ver una tumba en cuya lápida se lee: “Ernesto Sábato / quiso ser enterrado en esta tierra / con una sola palabra en su tumba / Paz. ¿Habrá alcanzado esa paz que tanto anhelaba su alma torturada por la duda existencial y el temor de la muerte? // Madrid, 06/05/2011. * Escritor    
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