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Y el lunes, 23, ¿seguiremos igual?

Y el lunes, 23, ¿seguiremos igual?

sábado 14 de mayo de 2011, 00:19h
Hay quien quiere restarle importancia a las elecciones del próximo domingo, pero quien así lo valora es porque sabe que pueden pasarle factura. Nos enfrentamos e unas municipales en toda España y a unas autonómicas en trece de las diecisiete comunidades autónomas. Pero es también, y además. un plebiscito sobre los últimos siete años de Gobierno del PSOE y. sobre todo, sobre el líder que ha conducido al partido en este comienzo del siglo XXI. Estoy seguro, y pondría la mano en el fuego, que el lunes, 23 de mayo, todos los partidos interpretarán los resultados como una victoria. Unos, porque han perdido menos de lo que anunciaban las encuestas, y otros porque han logrado desbancar del poder a los contrarios en algunos ayuntamientos y comunidades, el caso es que los únicos perdedores, como siempre, vamos a ser los curritos de la calle, los españolitos de a pie que seguiremos contemplando como este país sigue sumido en la atonía y esperando que el día menos pensado la Unión Europea decida intervenirnos como a Portugal, Irlanda o Grecia (los llamados PIG de Europa) y nos obligue a recortes mucho más drásticos de los que ya estamos sufriendo. Sinceramente no creo que el 22 de mayo surga la panacea que inicie la tan deseada recuperación de nuestra economía. Eso no ocurrirá mientras el Gobierno continúe en las mismas manos, mientras Zapatero en Madrid o Griñán en Sevilla sigan  viviendo, como Alicia, en el país de lasmaravillas. A lo sumo espero que el día 22 los españoles seamos conscientes de que hay que leerle la cartilla a un Gobierno que se ha cruzado de brazos mientras millones de trabajadores iban (íbamos) a engrosar diariamente las interminables listas del paro, que se ha dedicado a legislar pamplinas para la galería, a aprobar chorradas como la prohibición del tabaco en los bares o la limitación de los 110 kilómetros por hora en las autovías para desviar la atención pública de los verdaderos problemas que nos afectan, y que no ha sido capaz de mover ni un sólo dedo, con la anuencia de unos sindicatos mal llamados de clase (más que de clase, a UGT y CC.OO. yo los llamaría de baba), para ahorrar los enormes gastos de representación de todas las administraciones públicas, que aunque sea el chocolate del loro, es un chocolate que nos sale carísimo. Pero, bueno, a lo que íbamos. Es muy probable que alguien crea, el lunes día 23 de mayo, que ha comenzado en España el cambio si, tal y como auguran casi todas las encuestas, el PP logra hacerse con las principales capitales y con un buen número de autonomías. Craso error. Aquí el único cambio posible lo debemos de encabezar los ciudadanos que no militamos en ningún partido político (la inmensa mayoría de los españoles), que somos siempre los grandes perdedores y que sabemos que, gane quien gane, nuestro futuro seguirá siendo tan negro como el del día 21. Sería necesario que nos fijáramos en algún país que, como ha ocurrido en Finlandia, ha sabido hacerse oir por encima de los murmullos ensordecedores de sus propios gobernantes y les ha obligado a meterse por donde les quepa algunas de las medidas propuestas por la UE. Hombre, sé que eso pueden hacerlos los finlandeses porque son pocos, unos cinco millones, y tienen una económía altamente competitiva. Pero la clave está en la educación. Los finlandeses dedican el 5 por ciento de su PIB a educar porque saben que un pueblo culto es escasamente manejable por la demogogia de los políticos y no permitiría la más mínima corrupción de los mismos. Aquí se piensa todo lo contrario, incluso hay quien aplaude las corruptelas de algunos (¿verdad Juan?) y por eso estamos a la cola de Europa en materia educacional. Aquí, por desgracia, los recortes en Educación son los primeros en hacerse en época de crisis. Así nos va. Después ocurre lo que ocurre. Que la inmensa mayoría de los jóvenes españoles a lo más que aspiran es en hacerse funcionarios y así tener asegurado su futuro de por vida. O, lo que es aún peor, afiliarse a un partido para medrar lo máximo posible sin currar. Aunque a algunos eso no les hace falta porque lo han recibido como herencia, ¿verdad, Iván? El caso es que el modelo finlandés deberíamos tenerlo en mente en un futuro no muy lejano, por ai acaso, aunque la pregunta clave es ¿cuántos jóvenes (y menos jóvenes) españoles saben dónde, coño,  se encuentra Finlandia? He ahí la cuestión.
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