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El proceso electoral, abierto

viernes 20 de mayo de 2011, 08:40h
Las que ahora llegan son sólo elecciones municipales y autonómicas, pero es probable que sean mucho más que eso, porque van a medir el nivel del ostensible descontento social, que ya ha empezado a producir incluso situaciones hasta hace poco inimaginables de rebelión social, como la que mantiene una multitud de jóvenes en la madrileña y emblemática Puerta del Sol. Y es que, más allá de las diferentes ideologías de unos y otros, se ha extendido socialmente la coincidencia en que así no podemos seguir, una vez que el terrible deterioro de la economía española, fruto de la sorprendente incapacidad del Gobierno de Rodríguez Zapatero para diseñar algo que se parezca a un plan económico contra la crisis y aún menos a pactarlo transversalmente con las restantes fuerzas políticas, está poniendo a miles de empresas en situación peor que difícil y generando dramáticas pérdidas de empleo. Vivimos un ambiente de hora final, con visibles e inquietantes niveles de crispación y coincidencia transversal, de la que participan incluso no pocos electores socialistas, en que cada día que Rodríguez Zapatero sigue en La Moncloa se agrava la crisis económica y el país se acerca más a un peligroso despeñadero de la economía e incluso a un sensible deterioro de la convivencia, impensable hasta hace poco por el éxito de la transición, ahora dilapidado. La convocatoria y celebración urgente de elecciones generales es ya más que una demanda ciudadana, es casi una cuestión de supervivencia del país o por lo menos de la economía española. El tremendo daño causado al país, a la economía española y a las raíces mismas de la convivencia cívica por Rodríguez Zapatero será sin duda objeto de muchos importantes análisis y estudios en el futuro, pero lo que ahora mismo importa es que salgamos cuanto antes de esta pesadilla y volvamos a tener un Gobierno sensato, serio y responsable, capaz de acuerdos políticos, económicos y sociales transversales, como los que tuvimos desde el inicio de la transición hasta el desdichado triunfo electoral de Rodríguez Zapatero.  Una vez más conviene insistir que el problema no es de izquierdas o derechas, sino de capacidad y sentido de la responsabilidad. España tuvo excelentes presidentes de derechas, como Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo e incluso José María Aznar, y excelentes presidentes de izquierdas como Felipe González. El problema de Rodríguez Zapatero, lo que ha llevado al terrible desastre que el país padece, no es de signo ideológico, sino de insuficiencia intelectual y sobre todo moral para las altas exigencias del razonable y eficaz ejercicio de la presidencia del Gobierno. Así las cosas, las ya inmediatas urnas municipales y autonómicas nos van a proporcionar indicios de hasta dónde llega el malestar cívico e incluso, sólo hasta cierto punto, de cómo se orienta en términos políticos, pero nada más. Lo imperativo, lo que el país necesita y demanda, es una convocatoria anticipada y urgente de elecciones generales, que puedan devolver, con un nuevo presidente –tanto da que sea de derechas o de izquierdas–  la confianza necesaria en la clase política, ahora totalmente perdida, y con ello, recuperar el pulso cívico y el esfuerzo compartido para diseñar y ejecutar un plan serio para afrontar la crisis económica e iniciar una senda de recuperación.          Mientras tanto, vivimos la peor de las circunstancias para cualquier economía: un ambiente generalizado de “hora final”, pero que no acaba de concretarse, prisioneros de un presidente socialmente desprestigiado y que ha renunciado a ocuparse de los grandes problemas del país, concentrado sólo en sus personales estrategias de permanencia en las prebendas y poderes del cargo. La única salida políticamente razonable es la convocatoria urgente de elecciones generales anticipadas, pero ya es evidente que Rodríguez Zapatero hará todo lo posible y parte de lo imposible para retrasar el momento en que las urnas le enfrenten al veredicto de la ciudadanía, y de serle posible, que sea otro el que cargue con las consecuencias de su catastrófica etapa.     Lo sorprendente, y desolador, es cómo hemos podido llegar a esta situación.   Crecerá y se extenderá probablemente la rebelión cívica, pero la salida sensata y razonable sería la convocatoria urgente, mejor hoy que mañana, de elecciones generales, porque cuando se llega a una situación límite de deterioro político como la que padecemos, la única respuesta democrática consiste en dar la voz a los ciudadanos en las urnas. - Lea también: Rubalcaba, inesperado protagonista de la recta final de las elecciones: ¿permitirá las concentraciones? La Junta Electoral declara ilegales las concentraciones del sábado y el domingo El Tribunal Constitucional avalaba el derecho a manifestarse Éstas son las propuestas que ahora lanza 'Democracia Real Ya'
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