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Las encuestas oficiales

Las encuestas oficiales

martes 07 de junio de 2011, 20:12h
La encuesta de Chacón busca crear las condiciones de opinión para la construcción de un fraude electoral En defecto de todas las encuestas que preparan consultoras independientes e indican la franca caída en la popularidad del régimen, dado el fracaso estruendoso y grosero de su gestión y el paso, para ello, de dos periodos constitucionales alargados, éste decide ahora elaborar las suyas. Indican, como es de esperarlo, que al dictador lo ama su pueblo y que en el orden de prioridades del venezolano se encuentra el llamado Estado de Bienestar, no las elecciones. Si la encuesta gubernamental que realiza Jesse Chacón tiene el mero propósito de culto o loa al ego de su amo, para que no pierda sus seguridades ni se irrite o deprima, pudo limitarse a lo primero: crece éste en el aprecio popular, y basta. Pero su afirmación, indicando la preferencia del venezolano por la comida frente a la libertad, dice algo más y perverso. Afirmar que la dictadura crece en las encuestas dada la preferencia colectiva por el bienestar y frente a una realidad hecha de escasez y pérdidas de los activos de modernidad, es un contrasentido. No hay luz, no hay agua, la violencia criminal es escandalosa, no funciona el transporte público, los hospitales dan pena, no se edifican viviendas, hay escasez de alimentos, el salario no alcanza para el pago de la dieta básica, y los certificados de educación se reparten como baratijas y sin mérito o estudios. De modo que, sostener que el dictador -como expresión viva del Estado de Bienestar- lleva la delantera, algo más sugiere o pretende. En cuanto a la devaluación que del acto electoral -en el imaginario social- hace la encuesta Chacón, cabe decir que repite el argumento que forja hace una década el Informe Caputo del PNUD. Según éste en América Latina los pueblos prefieren comer a tener democracia. Pero su error de juicio, como se revela luego al descubrirse que sirve de piso artificial para justificar la dictadura del siglo XXI, de estirpe cubana, reside en plantear una opción cerrada entre la democracia y el bienestar en sociedades que intelectualmente asimilan la democracia a la burocracia estatal. No pregunta, como corresponde, sobre la alternativa entre la libertad y el comer o tener, en otras palabras, entre el ser y depender, pues a buen seguro la respuesta y la apuesta general de los latinoamericanos, entre estos los venezolanos, es por la primera. La encuesta de Chacón, por ende, tiene una sola lectura. Intenta crear las condiciones de opinión que permitan disfrazar desde ahora la construcción de un fraude electoral en 2012, similar al de 2004, y debilitar los ánimos para su rechazo popular contundente. La gente, según lo cree el dictador, opta por la comida, tiene su precio. Éste, no lo olvidemos, se juega el todo por el todo. Y junto a él arriesgan el todo sus aliados, en primer orden los hermanos Castro y los Zelaya del hemisferio. Y ese fraude tiene, a la vista, dos vertientes, a saber, la electrónica, a cuyo efecto el CNE instala el andamiaje para cruzar huellas y votos, desechando votos o agregando votos mediante el manejo a discreción de las huellas; y la Misión Vivienda, suerte de lista Tascón que fija desde ya a quienes se les garantiza por el Estado el bienestar y progresar y a quienes no, si se adhieren o no a la dictadura. El desafío de los líderes de la oposición democrática, entonces, desborda al símbolo de la unidad o el mecanismo de las primarias para la escogencia de un candidato. Ello es importante, pero no basta. Se reclama de un discurso claro, persuasivo, transversal, concreto, que logre convencer a la población, para que, por encima de las trabas y chantajes se movilice y desborde con pasión. Es necesario que el ruido de la calle penetre las paredes de Palacio y sea ensordecedor; tanto que el dictador no pueda llamarse a engaño ni tenga cómo engañar, y a sus cómplices les tiemblen las piernas. El tiempo es corto, pero suficiente. Exige de más lucidez y coraje en quienes se anuncian o imaginan así como candidatos, sin estar persuadidos del archipiélago social que somos y de los peligrosos obstáculos que desde ya construye la dictadura. No basta con decir "yo soy el hombre", menos mostrar frentes que hablan de unidad entre actores y franquicias, en un remate de ambiciones y sojuzgamientos recíprocos entre clanes partidistas de oposición. Dicho en pocas palabras, el asunto no reside tanto en tener un candidato que se baste a sí mismo o nos baste a quienes elegimos como opositores, y tampoco es suficiente una promesa de redención; a menos que nos contentemos con elegir a quien nos guíe a perpetuidad desde la oposición y ante una dictadura que se hace vitalicia. No es un juego para aprendices ni un concurso de belleza. [email protected]
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