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Semprún y Pujol

Semprún y Pujol

viernes 10 de junio de 2011, 02:00h
"La nostalgia es un error", creo que dijo otro grande como José Luis de Vilallonga. Y digo "creo" porque, a la hora de redundar en la idea, casi prefiero pensar que fue él quien lo dijo. En cualquier caso, seguro que evocó la frase, y tampoco me apetece ahora bucear en las posibilidades internáuticas de hoy en día para averiguar la autoría de la misma. También es verdad: hago un poco de trampa con la afirmación anterior porque sí que es verdad que, para lo que quiero relatar, he intentado buscar el apoyo de la hemeroteca -qué gran posibilidad ofrece La Vanguardia- para certificar mis recuerdos. Pero he abandonado pronto (en parte porque los buscadores se pierden cuando la propuesta se basa en la suma de palabras). Al fin y al cabo, tampoco tiene mayor importancia cuándo sucedieron los hechos porque lo que importa es el espíritu. Y, tal vez, tampoco sea la nostalgia lo que me mueva a evocar estos recuerdos sino, sobretodo, el impacto de la grandeza del momento. Recuerdo sentirme ante dos personajes de verdadero fuste. Era en la presentación de una edición de la Feria del Libro Liber que se celebraba en Barcelona. Ya digo, pues no puedo precisar, que no sé qué medio me había enviado allí. Pero entre 1988 y 1991, seguro, pues fueron los años de Jorge Semprún como ministro de Cultura. Y recuerdo un diálogo ante la prensa que fue un verdadero lujo. Semprún con la verdadera autoridad moral de ser quien era; Jordi Pujol, sabiendo que debía luchar por Cataluña ante alguien que sabía reconocer a este país pero se veía encorsetado por quienes, una vez más, querían minimizarlo. El ministro de Cultura, exhibiendo una seriedad amable y comprensiva pero, tal vez, insuficiente; el president, mostrando un tono humorístico que, para degradarlo, algunos han querido equiparar al costumbrismo de Joan Capri (¡Como si esto fuera un menosprecio!. ¡El inmenso Joan Capri!, en todo caso). Pero no nos engañemos, aquel día, Jordi Pujol sacó su vena entroncada con la ironía planiana. Y, aún más, diría que ambos remaban en el mismo sentido. Y que se establecía una complicidad entre dos grandes hombres valientes ante el totalitarismo -Semprún, aun con las penurias de Pujol, seguro que lo pasó peor: pero aquí no importaba la cantidad-. Y ese espíritu valiente impregnó la sala.
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