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La veleidosa degustación del voto porteño

La veleidosa degustación del voto porteño

martes 05 de julio de 2011, 07:44h
“Porteño” es un gentilicio, antónimo de “provinciano”, que hace ya mucho dejó de simbolizar al tango, al obelisco y a Gardel. No existe hoy el estereotipo de un porteño. Si es que el porteño no es una fantasía creada por su propio egocentrismo y por la más intencionada fantasía de argentinos distantes. Ya fue. El de ahora es otro y nadie sabe cómo es. Podría estar rehaciéndose o deshaciéndose. Los candidatos políticos que compiten en la Ciudad de Buenos Aires pretenden ser su reflejo siendo tan distintos en sus ideas, como lo son Macri, Filmus, Solanas, Silvana Giúdice, López Murphy, Eugenia Estenssoro, Miryam Bregman, Telerman y Todesca etc. Como se ve la porteñidad ya es menos un origen que un destino. El porteño no es fácil de explicar. No es un colla ni un mapuche. No es un gaucho, claro. Pero amontona al portero y al banquero, y a la Biblia contra un calefón. Tampoco es ya un tipo de barrio o el hombre que está solo y espera sentado a la mesa de un bar removiendo con la cucharita el pocillo. Porteño podría ser un militante de color amarillo PRO o un muchacho de la Cámpora haciendo la V de la victoria; o un apolítico de derecha que pretende ignorar que todo lo tiene a la derecha incluído el corazón. Y puede ser un piquetero con pasamontaña militando a la izquierda de la izquierda de Trotsky y del Che. También podría ser un habitante de la ciudad, que aún viviendo en ella no la pisa porque siempre va en auto y si se baja ya está en el estacionamiento del rascacielos listo para subir a su oficina en ascensor. O podría ser un habitante de un caserío miserable que solo ve la ciudad desde la ventanilla del colectivo que lo lleva y trae durante una hora de viaje de su trabajo. O podría ser de la clase media. Clase que es una convención de la literatura económica; un comodín para censar a un tipo en situación de ansiedad crónica por subir y no bajar, pero que aún bajando elige creer que sube porque si se da cuenta que baja se moriría de verse pobre. Sobran de estos ansiosos por acá. ¡Ah! el porteño. ¿Cómo lo diseñamos? ¿ Con trazo fino barrio Norte, con trazo grueso barrio Sur, con trazo villero o trazo milonguero o trazo rock o bailanta ? O mejor un trazo inconstante, evanescente como su evanescente identidad política. Por eso diseñarlo es un barrilete cósmico, como diría Víctor Hugo Morales. Cósmico y sin cola. Hoy, según el “palpitómetro”, el porteño todavía sigue votando mayoritariamente a Mauricio Macri; que no nació en el obelisco, que veranea en Punta del Este, que vive en Palermo Chico donde la ciudad es como un country; que contrató a un asesor ecuatoriano pero no pobre; que desconfía de la inmigración bolivian y que confía en su sociedad exclusiva con los medios dominantes que lo consideran su estrella de los debates sin debate. Anécdotas menores son que disfrazado casi se traga el bigote de Freddy Mercury y que su primer jefe de policía está procesado y él también, pero al parecer al que lo vota no le importa. Se les atribuyen a los porteños muchas leyendas. En las provincias- lo digo en voz baja- se cuentan algunas inconfesables. Y algunas fundadas. Un alto porcentaje de porteños son provincianos y un alto porcentaje de la cultura porteña también. Como todos saben no hay voto calificado. ¡Dios nos libre! Pensar que hay candidatos que metieron la pata diciendo que hay geografías donde los votantes son menos sabios que en otras. Si se tratara de esa sabidurías la Ciudad de Buenos Aires ha estado votando a Mauricio Macri. ¿ Y qué? Votó a De la Rúa y apuró su ascenso antes de empujarlo al descenso a cacerolazos. Se da los gustos y después se disgusta. Lo que más le gusta es el disgusto y los grandes medios lo alimentan. Los porteños son degustadores ideológicos: tanto pueden saltar de María Julia Alzogaray a Aníbal Ibarra, como de vivar a Elisa Carrió, a Pino Solanas. Pero a Filmus andan pensándolo. El de Filmus y Tomada es un voto argentino no de distrito. Trasciende al vecinalismo y se sube al colectivo. No sé por quién votaría hoy Gardel; mejor es no imaginarlo
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