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¿Es Europa o es América?

¿Es Europa o es América?

lunes 25 de julio de 2011, 12:39h
En el último desacuerdo presupuestario de Washington resultaba difícil entender la razón por la cual Estados Unidos ponía en peligro su reputación financiera: la reacción de los mercados demuestra que nadie duda de la capacidad de Washington de hacer frente a sus obligaciones internas y externas, hasta el punto de que algunos se empezaban a preguntar si había algún problema personal entre el líder de la oposición republicana, John Boehner, y el presidente demócrata, Barack Obama. A pesar de los fuertes ataques personales que le lanzo Obama en una conferencia de prensa poco rato antes, Boehner aseguró que el problema no está en las personas, sino en los principios. Y estos son muy diferentes: el modelo de sociedad que persiguen los republicanos parece alejarse cada día más de los sueños demócratas, unos sueños que desde la elección de Obama les habían parecido más cercanos que nunca. La mejor pista para saber cuáles pueden ser las diferencias la dio el propio Boehner algunas semanas antes, cuando advirtió que Estados Unidos ha de poner coto al descontrol en el gasto público "si no quiere encontrarse en la misma situación de Europa", es decir, en lo que a su entender es un estado nodriza que ha perdido el control de su presupuesto. Tal vez en Europa nos sorprenda semejante descripción, pero en Estados Unidos es frecuente la frase de "socialista europeo" como dos conceptos inseparables, pues identifican el socialismo con los compromisos sociales que tantos países de Europa consideran irrenunciables. Y no se trata de un comentario superficial ni de una reacción a la evolución europea desde la Revolución Industrial: desde sus comienzos como nación, Estados Unidos se ha definido a sí misma como una sociedad distinta de la europea, ha formulado su política internacional y ha forjado su constitución para librarse de aquello precisamente que dejaron atrás quienes emigraron desde el otro lado del Atlántico. Tal como George Washington aseguraba a los ciudadanos del recién forjado país que evitaría "enredos internacionales", en una clara alusión a Europa, la Constitución garantizó a todos el uso de las armas que tenía prohibido el hombre de la calle en Europa y trató por todos los medios de limitar los poderes del Estado. La relativa parálisis que produce la división entre los poderes judicial, ejecutivo y legislativo produce aquí satisfacción porque ofrece "control y equilibrio" . Estos conceptos tan americanos están hoy en día más representados en el ideario republicano, mientras que los demócratas han ido evolucionando hacia posiciones más parecidas a las europeas, desde limitaciones a la tenencia de armas, al creciente papel del Gobierno en los servicios públicos aún a costa de mayores impuestos. En política internacional, a excepción de las recientes aventuras militares del presidente Bush, el intervencionismo militar ha tenido más raíces demócratas, frente al aislacionismo republicano. Aunque la mayoría de los demócratas rechazan la etiqueta de socialismo, muchos miran con admiración el sistema escolar o de seguro médico europeo y no lo ven como una intromisión, sino como una "ayuda del Gobierno al pueblo". La reciente crisis económica ha agudizado los contrastes: son los demócratas quienes ofrecen soluciones keynesianas, frente a los republicanos que recomiendan austeridad. Vemos, por ejemplo, como el Premio Nobel de Economía Paul Krugman predica constantemente desde su columna en el New York Times un aumento del gasto público para estimular la economía. Al otro extremo está el Partido del Te, que ahora empuja a los republicanos a rechazar cualquier solución que no pase por recortes draconianos del gasto público y que se niega en cerrado a cualquier aumento de la fiscalidad. El planteamiento del presidente Reagan de que "el Gobierno es el problema, no la solución", anima a los republicanos en el debate actual acerca del aumento del techo de la deuda desde los casi 10 billones a cerca de 12 billones de euros . En realidad, todos comprenden la necesidad de aumentarlo, pero también quieren aprovechar la crisis para imponer su visión de la sociedad que, en un esquema de gran simplificación, podría resumirse en la singularidad de Estados Unidos o un acercamiento a los modelos europeos. Así se explica la desesperación de Obama cuando no entendía que los republicanos no hubiesen aceptado su propuesta para recortar programas sociales y se preguntaba si estaban dispuestos a compromiso alguno, mientras que los republicanos aseguran que hay que poner coto como sea a la codicia de un Estado cada vez más absorbente. No es tanto el deseo de defender los privilegios de los multimillonarios lo que enardece a las huestes del Partido del Te, sino el temor a un Estado cada vez más potente, al que contraponen el argumento de su admirado presidente Reagan de que "el Gobierno es el problema, no la solución". Ante este planteamiento, no es de sorprender las simpatías que en Europa suscita el Partido Demócrata, cuyos conceptos están más próximos a nuestros modelos de sociedad. Como ejemplo basta la frase "sociedad del bienestar", un ideal irrenunciable para tantos europeos pero que constituye casi un insulto en el vocabulario político norteamericano: el "welfare state", como se traduce literalmente el estado del bienestar, es algo así como una limosna para ciudadanos inútiles que acabaría sumiendo en la pereza al conjunto de la población. Aunque el Partido del Te ocupa una posición limite dentro del partido, los republicanos tienen motivos para creer que el país quiere seguir siendo americano en la forma en que ellos lo entienden: a los tres años de presidencia de Obama, el país se ha acercado en 6 puntos a los republicanos que ahora tienen un apoyo mayoritario y el acercamiento ha sido semejante en todas las edades, condiciones económicas y grupos sociales, excepto entra la población latina. Para Obama esto no son buenas noticias electorales y tal vez tendrá que recordar el giro que en su día se vio obligado a dar el entonces presidente demócrata Bill Clinton, tras perder las mayorías demócratas en el Congreso: "la era de los grandes gobiernos ha quedado atrás", entonó ante todo el país al lanzar una política de austeridad que saneó los presupuestos y lo mantuvo en la Casa Blanca, a pesar de su gobierno minoritario y de de sus escándalos eróticos.
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