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La lección de Jefferson

La lección de Jefferson

martes 02 de agosto de 2011, 22:25h
El 26 de julio de 1996 se produjo una de las noticias más trascendentes para los ecuatorianos. Ese día, el atleta cuencano Jefferson Pérez ganó la medalla de oro en los juegos olímpicos de Atlanta, Estados Unidos. El hecho conmovió al país y lo llenó de orgullo. Fue un orgullo inédito, una alegría, una insólita recuperación de la identidad perdida. Los ecuatorianos aún cargábamos el peso del complejo de inferioridad, la inestabilidad política crónica, el regionalismo y nuestra poca trascendencia mundial, entre otros problemas. Antes, las pocas alegrías nos habían dado el también cuencano Rolando Vera, cinco veces campeón de la famosa carrera San Silvestre, en Brasil, y el tenista Andrés Gómez, en especial por su triunfo en el legendario torneo parisino Roland Garros. Después llegaron las clasificaciones al Mundial de Fútbol y con ellas la consigna que parecía trascender el fútbol: sí se puede. Pero en los temas esenciales el país no pudo. Y no cambió. Jefferson Pérez tuvo el coraje de realizar una hazaña deportiva que debió motivarnos a construir un país nuevo, distinto, plural, un país que crea en sí mismo y progrese gracias al esfuerzo colectivo. Aún no creemos, sin embargo, en nosotros mismos, ni siquiera en el deporte. El día de la celebración de los 15 años de la epopeya de Jefferson, un reportero contaba en Twitter que cuando él estaba en Atlanta sugirió a su jefe cubrir la competencia de Pérez, pero la respuesta fue que no, que el fútbol era más importante. Dos o tres periodistas estuvieron en la cobertura del triunfo. Según Jefferson, “empezaba a desvariar y me sentía sin fuerzas, pero escuché en mi interior una voz que me decía acuérdate de tu gente, de tus calles, de tu origen”. La gesta, que sorprendió a millones de ecuatorianos, no fue más allá de un triunfo individual, un notable esfuerzo personal. Porque 15 años después, una evaluación de lo que hemos hecho hasta ahora nos deja la sensación de que como país hemos cometido muchos errores y que aquella voz interior de Jefferson no fue asumida como una lección por la sociedad. ¿Cuánta de esa sensibilidad y de ese pensar en la gente hemos convertido en realidad los líderes políticos, económicos y sociales, los medios y los periodistas? ¿Cuánto hemos podido crecer como seres humanos y ciudadanos para construir un país nuevo? Pérez está en la historia porque fue capaz de superarse a sí mismo, de vencer sus propias limitaciones, de alcanzar lo más alto a pesar del escepticismo de muchos que no creyeron en él. El Ecuador, en cambio, va perdiendo historia. Cada día se confunde más y aquí el rol de los periodistas es vital. Tenemos que seguir suscitando reflexión social y contando historias. Los periodistas debemos pensar y trabajar, como Jefferson, desde las calles y desde los orígenes.
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