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Ante un tiempo nuevo

Ante un tiempo nuevo

miércoles 03 de agosto de 2011, 13:35h
Los datos de los sondeos más recientes, incluso los del muy controlado y oficial CIS, suponen muy malas noticias no sólo para Rodríguez Zapatero, sino incluso para el PSOE. En intención de voto crece visiblemente la ventaja, ya importante, del PP, pero es que además el líder de este partido, Mariano Rajoy, aumenta asimismo en grado importante su ventaja en valoración respecto ya no sólo a Rodríguez Zapatero, sino incluso a Pérez Rubalcaba. Esto hace que en Ferraz se valore intensamente la conveniencia o no de convocar y celebrar rápidamente las elecciones, conforme al calendario previsto, o ganar algún tiempo, retrasando la llamada a las urnas, para que el PSOE puede reparar de alguna manera, o en algún porcentaje, el terrible daño inferido por ZP a la imagen del PSOE y a la credibilidad misma del partido, incluso entre sus seguidores. El propio José Blanco, autor en su día de la operación interna que llevó a Rodríguez Zapatero a la cabeza del PSOE –bien es cierto que por y sólo por el temor a que las aficiones económicas y las peculiares amistades empresariales de José Bono, el otro candidato y que hoy  todos reconocen que hubiera sido mucho mejor líder del PSOE y presidente de Gobierno–  ha asumido ya, según dicen sus colaboradores próximos, que el llamado “fenómeno ZP” no sólo está agotado, sino que es ahora, para el país e incluso para el PSOE, “el problema ZP”, al haber alcanzado el todavía presidente del Gobierno unos niveles casi transversales de impopularidad y rechazo en la opinión pública, sin precedentes desde el inicio de la democracia en España, y que pueden perjudicar o lastrar al candidato socialista, incluso al muy inteligente y sin probables trastiendas económicas Pérez Rubalcaba, en las próximas elecciones generales. El problema no se circunscribe sólo al ámbito territorial español, porque el rechazo intelectual y político que suscita Rodríguez Zapatero en todos los círculos políticos y económicos importantes de la Unión Europea hace del todavía presidente un factor intensamente negativo en España y en Europa, lo que va a trascender sin duda a través de declaraciones y pronunciamientos concretos, y con ello fortalecer y acrecentar las posibilidades electorales del líder de la oposición, Mariano Rajoy, quien por el contrario goza de excelente imagen de hombre serio y creíble en los grandes centros europeos de decisión. Para los directores de campaña van a ser unas elecciones de extraordinariamente difícil gestión, porque es obvio que los estrategas del PP no van a orientar la campaña contra Pérez Rubalcaba, sino a intentar que la imagen terriblemente negativa de Rodríguez Zapatero no deje de estar presente en la memoria y la decisión de los electores. Y por la misma razón, los estrategas del PSOE tendrán que hacer un esfuerzo duplicado: no sólo promover la imagen de Pérez Rubalcaba, sino conseguir que desaparezca por completo en la memoria de los electores el efecto letal de cualquier recuerdo  del todavía ahora presidente. La política no permite dar marcha atrás en el tiempo, pero es de sentido común que el si el PSOE pudiera volver al congreso del que emergió ZP, el elegido sería el entonces derrotado José Bono, cuyos, por otra parte relativos y más supuestos que probados, enredos económicos no hubieran impedido una dirección infinitamente más verosímil del PSOE.  De todas formas, pronto se iniciará una nueva etapa política de España, sea bajo el liderazgo de Mariano Rajoy o de Pérez Rubalcaba, según determine la voluntad de los electores, pero cualquiera que sea esta última, habrá regeneración política, un liderazgo razonable y una capacidad de diálogo transversal, es decir, todo lo que ha faltado en la triste y oscura etapa de ZP. España necesita ahora que lo que hay que hacer se haga cuanto antes, esto es, la celebración de las elecciones generales, no tanto para que llegue a La Moncloa el líder que los ciudadanos prefieran como para que salga definitivamente de allí el político que tanto daño ha hecho a este país,  rompiendo el modelo transversal y dialogante de una democracia que había sido, desde su inicio, tan afortunada en liderazgos y en gestión. Sucederá lo que tenga que suceder, pero España recuperará el impulso de las excelentes etapas de Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo, Felipe González y José María Aznar, y esta triste etapa de Rodríguez Zapatero será sólo un mal recuerdo –una pesadilla–  en la memoria de quienes hemos tenido que padecerla. Por lo menos, los partidos habrán aprendido que para el liderazgo no vale cualquiera y serán más cuidadosos en el futuro.  Los dos candidatos a La Moncloa, el socialista Pérez Rubalcaba y el conservador Mariano Rajoy, tienen sin duda nivel, son intelectualmente preparados –todo un dramático contraste con el inverosímil Zapatero–  y tienen la voluntad de impulsar, tras esta lamentable etapa, un regreso de la política española a los modelos de las buenos años que, desde la transición, impulsaron sucesivamente Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo, Felipe González y José María Aznar. Ahora lo importante es que Rodríguez  Zapatero sea, cuanto antes, sólo un mal recuerdo. Y que regresen a España las grandes ilusiones de la transición y los grandes acuerdos transversales.
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