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Expectación ante la 'tormenta perfecta' e incremento de la entropía social

Expectación ante la "tormenta perfecta" e incremento de la entropía social

viernes 12 de agosto de 2011, 13:56h
Tenía la saludable intención de no escribir nada durante estas vacaciones dedicándome al recomponedor “dolce far niente” para encarar con fuerzas el nuevo curso que se nos avecina. Lo habitual por estas fechas solía ser que tanto la prensa como los informativos fuesen un auténtico tostón, ante la ausencia de noticias realmente interesantes, como si hasta lo “noticioso” tomase también vacaciones por alguna razón misteriosa. Sucede, no obstante, que este mes de agosto ha comenzado bastante caliente –en todos los sentidos- y uno ya no gana para sustos ante la que se nos viene encima. En líneas gruesas, las calificaciones de las Agencias de rating han tocado ya a la baja a los EEUU y amenazan a Francia; el Ibex-35 (junto con el resto de las bolsas mundiales) se está desplomando día a día, lo cual significa que nuestras mejores empresas valen menos en los balances contables; nuestros líderes políticos (Zapatero y Rajoy) se encuentran de vacaciones transmitiendo al personal la idea de que daría lo mismo si estuviesen en sus puestos porque no tienen ni idea de cómo salir de esta; eso sí, tanto Rubalcaba como González Pons andan de trifulcas con el “y tú más” sin ofrecer soluciones reales y, para finalizar el mundo entero anda trastocado por las manifestaciones de unos “indignados” twiteros que nadie sabe lo que tienen en común. O sea, que estamos ante la “tormenta perfecta” en la que amenazan con unirse tres huracanes diferentes como son la crisis económica-financiera, la crisis social y la crisis política hipostatizada en gobernantes o aspirantes a serlo que no saben ni donde se encuentra el timón. La cosa resulta realmente preocupante porque, además, me hace pensar en ciertos aspectos de la segunda ley de la termodinámica como puede ser el siguiente: cuando dos objetos que están a diferente temperatura se ponen en contacto térmico entre sí, el calor fluye del objeto más cálido al más frío, pero nunca del más frío al más cálido. Este es un ejemplo de procesos irreversibles, es decir procesos que ocurren naturalmente  en una sola dirección. Ninguno de estos procesos ocurre en el orden temporal opuesto y si lo hicieran, violarían la segunda ley de la termodinámica (que, hoy por hoy, no parece que pueda ser derogada por Decreto Ley, por mucho que se aprobase uno en tal sentido). Ligado también a la segunda ley de la termodinámica se encuentra el concepto de entropía y se  dice que un sistema altamente distribuido al azar tiene alta entropía. La entropía, dicho muy sencillamente, es el nivel de desorden en un determinado sistema y constituye una magnitud física que permite, mediante cálculo, determinar la parte de la energía que no puede utilizarse para producir trabajo. La entropía es, por tanto, la cantidad de "ruido" o "desorden" que contiene o libera un sistema y que tiende a maximizarse lo que bien podría ser expresado con la frase conocida como Ley de Murphy “si algo puede salir mal, saldrá mal”. Así las cosas, resulta evidente que no podemos permitir seguir con la mera pasividad ni darnos por derrotados sin presentar batalla. Y para no caer en el epicentro de la “tormenta perfecta” que se está gestando habrá que hacer todo aquello que se puede hacer -sin pretender por ello vulnerar la segunda ley de la termodinámica- aceptando que estamos ante el final de un ciclo y el comienzo de otro. ¿Qué podemos hacer, entonces, en términos más concretos? Pues olvidarnos por un rato de aquellos problemas que son ajenos a nuestras decisiones (como las bolsas o las Agencias de rating) y centrarnos en lo que claramente depende de nosotros, porque todo se encuentra concatenado. Seguir emitiendo deuda pública para hacer frente a gastos corrientes no solo es una majadería sino una especie de suicidio colectivo porque sólo contribuye a crear un déficit creciente a largo plazo. Por consiguiente, en este punto la única salida posible (y la más urgente), a mi juicio, consiste en recortar drásticamente el gasto público allí donde no se perjudiquen los servicios esenciales. Es decir, subvenciones a partidos políticos, Sindicatos y proyectos absurdos; supresión de las más de 3.000 empresas públicas meramente instrumentales y sin contenido real; reducción al mínimo de los denominados “cargos de confianza” (utilizando a los funcionarios que para eso están); reducción de las flotas de coches oficiales y, lo que es mucho más importante, supresión de la mayoría de organismos de las Comunidades Autónomas cuya eficacia es realmente nula. Supongo que algunas Comunidades se cabrearán por esto último (otras no y están deseando devolver competencias transferidas) pero o dejamos de tomar medidas para la galería y metemos la tijera en el gasto de verdad o nos pilla la tormenta de lleno. Porque si somos serios en esto del gasto público a lo mejor las Agencias de rating nos toman más en serio con lo cual nuestras emisiones de deuda saldrán a tipos más bajos y, con suerte, podemos aprovechar los dineros captados para gastos de inversión que falta nos hace. No es que vayamos a escapar de la tormenta ni a la entropía creciente (porque afecta a todos los países) pero estaremos en mejores condiciones para afrontarla y para crear empleo, con lo cual no habrá tanto indignado suelto por el país. Aunque seguramente el asunto no es tan sencillo y se trata tan solo de un sueño … de verano. José Luis Villar Ezcurra Profesor Titular de Dº Administrativo en la UCM
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