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Pobreza: mezquindad transversal

Pobreza: mezquindad transversal

domingo 08 de julio de 2007, 23:45h
ONU: Chile es el único país del mundo que redujo la pobreza a la mitad”. Así se tituló un cable de la agencia EFE, fechado el 3 de febrero. Es uno de los Objetivos de Desarrollo del Milenio que pactaron los países que integran Naciones Unidas. Dicha meta debería estar cumplida el año 2015.

Ningún diario chileno publicó la noticia, cuya novedad no es la reducción de los pobres a menos de la mitad sino que, entre los 192 países miembros del organismo mundial, sólo Chile lo ha logrado.

Similar reacción tuvo la prensa nacional cuando, hace cuatro semanas, se conocieron los resultados de la encuesta Casen 2006, que mide el estado de la pobreza en el país.

Los datos: en 1990 el 38,6% de los chilenos eran pobres, en 2003 se habían reducido al 18,7% y en 2006 al 13,7%; y dentro de esos totales, los indigentes eran el 12,9% en 1990, el 4,7% en 2003 y 3,2% el 2006. Sin ánimo de festinar, un récord para el libro de Guinness.

MOTIVOS DEL BOICOT

La actitud de la prensa es evidente, considerando su abrumadora adscripción a líneas de derecha: la notable reducción de la pobreza es un logro notable de los gobiernos de la Concertación, como lo certifica la ONU, y cuyo reconocimiento no cuadra con el diseño político electoral en que está embarcada la oposición, de reconquistar el timón del país apelando a la necesidad del “desalojo” de una coalición de partidos absolutamente ineficaz y corrupta.

La derecha hace proyecciones optimistas a partir de tres factores: las encuestas, que han encumbrado a Sebastián Piñera como el súper candidato del sector y que marcan a la baja el apoyo al Gobierno; en segundo lugar, las controversias que recurrentemente consumen a la Concertación; y tercero, la sorprendente tranquilidad y cohesión que (aparentemente) viene demostrando la Alianza de las fuerzas conservadoras.

Ese cuadro genera un más que razonable entusiasmo en las elites opositoras, que sienten que se aproximan a La Moneda. Para coronar ese propósito en la presidencial del 2009, aun deben superar varios obstáculos. Uno de ellos es transferir esa expectativa a su electorado tradicional y a una franja de votantes que hasta ahora lo han hecho por la Concertación. Eso está pendiente.

Así se desprende de los mismos sondeos, que muestran sistemáticamente que la derecha no cosecha el descenso del apoyo al Gobierno y a la Presidenta. Más aún, algunos indicadores señalan que la Concertación no sólo supera a la Alianza en respaldo ciudadano, sino que aumenta la diferencia.

Pero la Alianza persiste en una estrategia político-electoral que apuesta a la destrucción, dilución o relativización en el imaginario colectivo de todos los éxitos de la Concertación en los últimos 17 años de régimen democrático. Y, complementariamente, a identificar tales logros con las políticas de la derecha.

Es decir que, por un lado, pretende endosarle al oficialismo todas las frustraciones y desgracias acontecidas en Chile desde 1990, negándole virtudes a todo lo que provenga de su gestión, cuestionando sus iniciativas, impugnando sus resultados, dudando de sus intenciones y honestidad y alharaqueando con denuncias sobre un ‘cuantuay’. Y por otro, atribuyendo los buenos resultados a las rigideces del modelo institucional y económico que han sobrevivido a los cambios introducidos a partir de 1990.

La Alianza parece blindada a cualquier moderación en los juicios, a buscar soluciones dialogadas, a reconocer las cualidades y los buenos resultados de la contraparte, por evidentes y contundentes que sean.

Ese negativismo impenitente de la oposición lo reconoce el propio Piñera: “A veces el discurso de la Alianza es demasiado ácido, odioso", declaró tiempo atrás. "He visto a gente de la oposición rezando para que llueva y así el desastre del Transantiago sea monumental. Tenemos que ser más propositivos”, concluía.

MEZQUINDAD A DERECHA E IZQUIERDA

Con esa misma lógica reaccionaron los dirigentes, parlamentarios, académicos y economistas más connotados de la derecha -salvo las contadas excepciones de siempre-, a los resultados de la encuesta Casen 2006. Les resultaba imposible asumir una victoria de tales proporciones de las políticas sociales de la Concertación.

El senador Allamand fue el primero en poner en duda las cifras de la Casen 2006. Dijo que eran "estadísticamente inexplicables". Y lo siguieron otros. Algunos abundaron en cuestionamientos a la “metodología”. Otros apuntaron a que la pobreza de ahora no se puede medir con los mismos parámetros de la década del 80, que la “canasta” se ha modificado y que el poder de compra del peso y del dólar actuales no es comparable con el que tenían en 1990. Unos terceros reclamaron que se den a conocer los miles o millones de datos que se cruzaron para elaborar los resultados. En fin, la consigna es cuestionar, poner en duda, confundir, embrollar la evidencia.

Lo paradójico es que desde la Concertación casi no se oyó nada. No digamos un estallido de satisfacción, como lo merecían los logros alcanzados en reducción de la pobreza, pero sí un reconocimiento o por lo menos el ánimo de replicar a la mezquindad de la derecha.

Es cierto que la brecha entre ricos y pobres apenas se achicó de 14,5 a 13,1 veces, medida por los ingresos directos del 20% más pudiente en relación al 20% más modesto. Pero esa realidad, por irritante que resulte, no desmerece el descenso de la cantidad de pobres en más de una cuarta parte en tres años. Porque la distancia porcentual entre el 18,7 y el 13,7 es 26,7%. ¡Más de un cuarto de los pobres dejaron de serlo en sólo tres años!

¡Dos tercios menos de pobres en 17 años de democracia! Eso por cierto que no se logra en sólo tres años, sino que es el resultado acumulativo de las políticas sociales de los gobiernos de Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet.

No es vergonzoso regocijarse de tales resultados. Quizás pase a ser el mayor éxito de la Concertación en materias sociales. Cierto que, en el Debe queda mejorar la distribución de la riqueza, o de los ingresos. Pero esto no opaca aquellos resultados.

Sólo la Presidenta y la Ministra de Mideplan, Clarisa Hardy, en reiteradas oportunidades, y el ex Director de Presupuesto de la administración Lagos, Mario Marcel, en un ilustrativo artículo en La Segunda del 22 de junio, salieron al ruedo a mostrar y defender el éxito de los cuatro gobiernos de la Concertación y a rebatir a sus impugnadores.

Pedro Martín P.
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