Marear la perdiz

Que el otoño que acaba de comenzar va a ser duro ya lo sabíamos, pero a medida que vamos conociendo nuevos informes -como el último del ministerio de Trabajo-  se confirma lo peor. No queremos ser pesimistas, claro que no, pero con ser estrictamente realistas, neutrales, objetivos, con las cifras en la mano... la situación por la que está atravesando España es una de las más duras de la Historia, y sin duda la más complicada que han conocido en su existencia muchos compatriotas...     No sé si al mal tiempo hay que ponerle buena cara, porque a veces es imposible fingir ante el espanto o colocarse una máscara para disimular. Las cuentas de la Seguridad nos muestran que una buena parte de los 5 millones de parados han agotado la prestación de desempleo; que dos millones de personas han dejado de cotizar desde julio de 2007; que 67.000 empresas han cerrado en los tres últimos años. Para atenuar los efectos de este drama, ayer, el pleno del Congreso de los Diputados, al borde del final de la legislatura, ha extendido el derecho a la Sanidad Pública a 250.000 personas que estaban excluidas de ese servicio.      Los números cantan, pero a veces su música es de funeral. Cantan por no llorar. Hasta hace cinco años, éste era el país del mundo en que, según había profetizado Carlos Solchaga, más fácil era hacerse rico. Era un exceso de optimismo gubernamental, pero todos conocíamos casos de luchadores que habían salido adelante desde la nada, de emprendedores que habían triunfado, de gente audaz que había pedido un crédito o había arriesgado sus ahorros para edificar un imperio.     No podemos vivir de la nostalgia de glorias pasadas, porque con la añoranza no se come ni se respira. Pero tampoco podemos descender al pozo de la realidad y quedarnos a pasar en él el resto de la vida. Hay que salir adelante como sea, y los españoles, como en tantas ocasiones, se dividen en dos bandos: los que creen que el adiós de Zapatero nos traerá confianza y prosperidad, y los que mantienen que la posible llegada de Rajoy será más de lo mismo. Los gurús de la economía dan una de cal y otra de arena. Lo que exigen los parados es trabajo, y no que los políticos se pasen la vida quitándose las sillas unos a otros y mareando la perdiz.