lunes 26 de septiembre de 2011, 10:23h
En este país, los partidos políticos mayoritarios de uno y otro signo nos dan muestras continuas de la constante contradicción entre lo que dicen, lo que piensan, lo que hacen y lo que verdaderamente desean.
Estos días estamos viviendo un buen ejemplo de ello. Por un lado PSOE y PP se llevan las manos a la cabeza cuando los clubes de fútbol pretenden cobrar un canon a las cadenas de radio (públicas y privadas) por retransmitir los partidos y sus portavoces aluden a lo improcedente de la pretensión citando el derecho a la información que asiste a las partes afectadas(medios de comunicación y espectadores o público interesado en el deporte rey). Por otra parte, y al mismo tiempo, unos y otros, pero esta vez acompañados de nacionalistas (CiU y ERC) y del mayor sindicato de España (CCOO) han pretendido hacerse con el control de los sistemas de edición de los informativos de RTVE, unos votando a favor de una resolución en tal sentido, y otros absteniéndose en la misma.
El episodio se ha saldado con la inmediata "marcha atrás" del Consejo de Administración del Ente Público de RTVE que, después de convocar una reunión urgente con apenas 48 horas de diferencia sobre la que había provocado un acuerdo en sentido contrario, rectificó como pudo para paliar el gran revuelo social, político y mediático que, inmediatamente, suscitó la decisión adoptada. La rectificación fue de aquellos consejeros que votaron a favor (PP y CiU) y de los que se abstuvieron (PSOE, ERC y CCOO), mientras que los que mantuvieron su voto negativo (UGT e IU) han podido sacar pecho en esta ocasión en que lo que se estaba intentando era, ni más ni menos, que un ataque a la libertad y la independencia de los profesionales de la información, en este caso, de un medio público, como es RTVE.
La cabra y el monte
Parece que en el ADN de los políticos de todo tiempo y lugar está profundamente enraizado el deseo de control de todo lo que se mueve. Y, no digamos, más aún si se trata de los medios de comunicación. Véase, si no, lo que ahora sucede descaradamente en Cuba, Marruecos,China, Venezuela o Irán -por dar sólo algunos ejemplos claros- o hace sólo unos años en Rusia, España, Italia o Alemania. Y esa es, a mi juicio, la intención más o menos evidente por la vía de los hechos de gobiernos de todo tipo y color.
El del Consejo de Administración de RTVE no es más que un nuevo capítulo -quizás el más descarado, eso sí- de control absoluto de cuanto se muestra y se dice en radio y TV públicos. Pero el inmediato cambio de directores generales, de informativos, redactores jefe y jefes de sección al que se ve sometido RTVE en cuanto cambia el signo de un gobierno, tras las preceptivas elecciones generales, no es más que otra forma más suave y aceptada por los mismos profesionales, de ejercer el mismo control que ahora se buscaba en un grado mayor, pero, al mismo tiempo, la prueba del 9 de que la independencia de los medios públicos no va más allá de la declaración de intenciones, y de que nunca ha pasado a los hechos.
Los censores del tardofranquismo, ya con el traje democrático atinadamente ajustado, allá por los años 70 del pasado siglo, seguro que pensaban que su labor era mal interpretada, como han intentado explicar ahora los consejeros que han votado a favor o se han abstenido en esa primera intentona de resucitar la vieja censura previa. Como ha dicho el representante de UGT -organización que, por una vez y sin que sirva de precedente, ha acertado en su postura- resumía así la forma de ver las cosas de los frustrados neocensores: "la medida de controlar la edición de los informativos no está mal, pero la revocamos porque se nos ha echado todo el mundo encima". Lo verdaderamente grave es que un esperpento como el que ha tenido ocasión de ver en primera fila toda la opinión pública española se haya saldado únicamente con la dimisión del representante de CCOO en el Consejo de Administración del Ente Público y no de todos los demás consejeros que han votado a favor o se han abstenido en la intención de resucitar la vieja censura franquista. Si han perdido su conciencia, no estaría demás que los partidos políticos en los que militan traten de compensar ese déficit personal y les den una "palmadita" para marcharse a casa y que dejen de ocupar un puesto que han ensuciado con su actitud.