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Persiste la desigualdad en el trato a la mujer en América Latina, según la CEPAL

Persiste la desigualdad en el trato a la mujer en América Latina, según la CEPAL

viernes 03 de agosto de 2007, 18:18h
La Comisión Económica para América Latina (CEPAL)  presentará el documento “El aporte de las mujeres a la igualdad en América Latina y el Caribe” ante la Décima Conferencia Regional sobre la mujer de América Latina y el Caribe que se celebra en Quito, Ecuador del 6 al 9 de agosto. El documento analiza los temas de trabajo no remunerado, participación política y paridad de género en los procesos de adopción de decisiones a todos los niveles, a la luz de dos conceptos clave: el de discriminación y el de división sexual del trabajo.  

En el texto se demuestra con datos concluyentes que las mujeres, que constituyen la mitad de la población, están sub-representadas en la mayoría de los Parlamentos y en otros poderes del Estado. A más de 10 años de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer realizada en Beijing en 1995, las mujeres se mantienen en minoría en los procesos de toma de decisión a nivel político. Mientras el derecho a voto fue conquistado entre los años veinte y sesenta del siglo pasado, recién a partir de los últimos años se puede advertir un incremento significativo de mujeres electas.

El lado positivo se constata recién en la última década con el surgimiento de gobiernos paritarios o con un mayor número de mujeres en el Poder Ejecutivo, producto de los procesos de recuperación de la democracia que establecen cuotas para la participación de las mujeres. En todos los países que han adoptado ley de cuotas éstas han tenido efectos positivos, como lo demuestra el hecho de que en algunos el porcentaje de mujeres electas ascienda alrededor del 40%.

Según el documento de la CEPAL la paridad, más que un concepto cuantitativo, es la expresión de la redistribución del poder en tres ámbitos específicos: el mercado de trabajo, la toma de decisiones y la vida familiar. El debate pone en evidencia que el ciudadano no es neutro, que la ciudadanía se construye sobre modelos masculinos y que el acceso a la representación se da en un escenario de carácter sexuado, caracterizado por la exclusión —no accidental sino estructural— de las mujeres.

En cuanto al mercado de trabajo, aunque la participación laboral de las mujeres es considerada como el fenómeno más importante del siglo XX, aún existen profundas desigualdades ya que al menos 50% de las mujeres mayores de 15 años no tienen ingresos propios frente a un 20% de los hombres en ese tramo de edad.

En la región el ingreso laboral de las mujeres equivale al 70% del ingreso de los hombres. A pesar de esa desventaja, el aporte femenino es fundamental para mitigar la pobreza tanto si perciben ingresos monetarios como si hacen un aporte no remunerado al hogar. Sin embargo este aporte es el origen de las desventajas que enfrentan las mujeres en su inserción laboral y para disponer de autonomía económica, ya que se convierte en un impuesto “reproductivo” que permite un ahorro en gastos de salud, cuidado de los niños y de los integrantes de la tercera edad. El círculo vicioso de la desigualdad generada por la obligatoriedad social del trabajo doméstico explica en gran medida la ausencia de las mujeres en la política y en la toma de decisiones en general.

Es así que en varios países estudiados los hombres casados participan menos en tareas domésticas y tienen jornadas totales de trabajo menores que las mujeres (considerando tanto el trabajo remunerado y no remunerado). Para las mujeres la jornada total de trabajo es superior que para hombres en estado conyugal. Una preocupación especial se refiere al caso de los derechos laborales de las trabajadoras domésticas, donde las desigualdades con respecto al resto de los trabajadores se manifiesta en el número de horas trabajadas, en el acceso a la jubilación, a los beneficios sociales, etc.
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