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Libre elección de médico

miércoles 15 de agosto de 2007, 21:05h

Vayan estas líneas dedicadas, como en el spot publicitario, a todos aquellos que una vez dirigieron un escrito a una administración pública y nunca obtuvieron respuesta. Hace unos días un amigo acudió al centro de salud de su barrio para una revisión médica como consecuencia de recientes dolencias. El asunto no tendría mayor consecuencia ni hubiera salido reflejado aquí si todo hubiera transcurrido, desde el punto de vista administrativo, según lo previsto.

La primera sorpresa se la llevó cuando solicitó cita con su médico de familia y la señora del mostrador le indicó que el sistema público de salud de la Comunidad de Madrid, por razones internas, había decidido cambiarle de consulta y, por tanto, de facultativo. En ese momento temió que, a tenor de esa decisión ajena a su voluntad, tuviera que repetir ciertas pruebas de los últimos meses y en cierta forma retomar el asunto con otro profesional de la medicina.

Al ser la primera vez que le ocurría esto, preguntó qué podía hacer, y la respuesta fue fácil: rellenar un escrito, dirigido al gerente del centro de salud, y esperar contestación. No obstante, esta señora le indicó que no podía garantizarle fecha alguna de la posible comunicación, en el caso de que la hubiera, y que esto era lo único que podía hacer en ese momento. Más o menos, como las lentejas del refrán.

Pasaron los días, mi amigo realizó las pruebas que le tocaban en estas fechas y pidió cita nuevamente con su doctor, no por nada especial sino porque él conoce, mejor que nadie, su caso y no le apetecía empezar de nuevo con otro profesional. Lógicamente el servicio público de salud madrileño le desvió a una nueva doctora, que al verle lo primero que le preguntó fue lo típico de cuando alguien de su gremio recibe a un nuevo paciente, al tiempo que revisaba su historial clínico.

En el transcurso de la charla le contó que ya no era paciente suyo y que le habían cambiado otra vez al médico anterior. Terminó la visita y acudió nuevamente a la señora del mostrador, en demanda de información. Le indicó, tras consultar su ordenador, que las altas esferas del centro de salud habían aprobado su solicitud, al tiempo que mi amigo expresó su malestar porque nadie le había comunicado esa incidencia ni había recibido contestación oficial, ni por carta ni por teléfono, a su reclamación.

Por lo visto, el denominado "silencio administrativo", más propio de épocas pretéritas, es lo habitual en estos casos. Sin embargo, mi amigo, que se llama y se apellida igual que yo, a mediados de abril o principios de mayo de cada año siempre recibe en su domicilio una carta de la Agencia Tributaria en la que le recuerdan que está próximo el período de rendir cuentas ante el fisco. Para eso sí le envían cartita y conocen perfectamente su identidad y su dirección. Mi amigo, que comprende que la sanidad pública tiene problemas más serios que atender que el suyo, en esta ocasión tendrá que guardarse el "tu-ru-rú" que tenía previsto hacer al primer político o primera política que apareciera en su televisión hablando de libre elección de médico de familia o de especialista. En la Comunidad de Madrid sí se puede elegir galeno, aunque a veces pueda fallar la comunicación.

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