Los otros

   Aún conmovidos con los sepelios del último tramo de agosto, no convendría que olvidáramos esos otros que no han merecido en esta España amnésica la menor atención pública. Si sentimos la marcha de Emma Penella, de Antonio Puerta o de Francisco Umbal, los muertos rutilantes porque cada uno en lo suyo contribuyó en algo, o en bastante, a la vida de la comunidad sarpullendo de grandes interpretaciones, de goles magníficos o de escritos sorprendentes el gris diario de nuestras vidas cotidianas, ayudando con ello a hacerlas más habitables, refinadas y dignas, con tanta o con mayor razón se habrá de sentir el deceso de quienes ofrendaron su juventud por la causa de la democracia y contra la dictadura sin que recibieran por ello la menor recompensa, sino antes al contrario, la persecución, la tortura, la cárcel, el descrédito, la exclusión social y, al cabo, el olvido.

   El verano pasado, en el curso de lo que algunos dieron en llamar 'la guerra de las esquelas', muchos nobles ciudadanos, amigos y familiares de víctimas de las matanzas franquistas de los primeros días de la Guerra de España (era el 70º aniversario de su infausto comienzo) hicieron público su homenaje en las páginas de los periódicos, pero de las víctimas del franquismo que cada día mueren de viejos nadie suele componer su obituario, esencial no sólo para conocer su aportación personal a la resistencia contra la dictadura, sino la propia historia reciente de España.

   A la vez que Penella, Puerta, Umbral y tantos otros muertos célebres, han dejado este mundo en los últimos días, dos de aquellos valientes, José Moreno Salazar, guerrillero cordobés, y Benjamín Rubio, minero sindicalista, y hay que agradecer a la asociación Archivo Guerra y Exilio que les haya recordado, revelando con ello sus vidas asombrosas a las nuevas generaciones que se resisten a vivir en la inopia.