El PP se ha visto enredado en medio de una habilidosa maniobra del PSOE, empeñado en demostrar que la pelea por el 'número dos' de los populares por Madrid denota en realidad la falta de un 'número uno'. En otras palabras: según los socialistas y sus medios afines, el PP ni confía en Mariano Rajoy ni sabe quién debe sustituirle, llegado el caso. Quizá se ha exagerado un poco todo ese lío interno del PP, pero lo cierto es que Rajoy ha salido muy mal parado.
A estas alturas de la polémica, iniciada en pleno mes de agosto, es evidente que el PP no ha sabido deshacerse de esta encerrona bien jaleada por el PSOE sobre un guión previo de Alberto Ruiz Gallardón, llevado a la gran pantalla por Manuel Fraga, lo cual no deja de ser sorprendente en un partido aparentemente tan monolítico como este PP que Rajoy heredó de José María Aznar.
¿Cuál hubiese sido la solución? Obviamente, la mejor de todas hubiera sido que Gallardón hubiese estado callado o que al menos don Manuel no hubiera aprovechado la ocasión para volver a las andadas con su paisano Mariano. Pero como pasó lo que pasó, la solución también pudo haber venido de una defensa convertida en un buen ataque.
El PP no supo poner en valor que en realidad tiene una gran riqueza al contar con tantos cualificados líderes en la sombra. Incluso pudo compararse con el PSOE, donde, tras la caída de los barones, el vacío es impresionante. Pero este PP no supo ni valorarse ni señalar de paso la silenciada soledad de Zapatero. ¿Conoce alguien a los Rato, Aguirre, Gallardón, Camps o Feijóo del PSOE? Seguramente no, porque la vieja guardia pasó a mejor vida y los emergentes de calidad contrastada, como Jordi Sevilla, están en el limbo.
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