Robar es más grave que matar
viernes 05 de octubre de 2007, 17:03h
El magistrado Carlos Cerda Fernández decidió procesar a una familia completa por el robo de la plata de todos los chilenos haciendo uso del privilegio de ostentar el poder durante 17 años en Chile.
La noticia me sorprendió cuando transitaba a media mañana de jueves 4 de octubre por las calles de Santiago de Chile, en vísperas del aniversario del NO.
Hace casi 20 años, el 5 de octubre de 1988, el pueblo de Chile derrotó en las urnas al dictador Augusto José Ramón Pinochet Ugarte (QEPND).
¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?
Es que la familia y otra veintena de sujetos, no son cualquiera.
Se trata de la mujer que lo acompañó durante su “gestión” donde Chile anotó más de 3000 detenidos desaparecidos, miles de torturados, de exiliados, de exonerados y perseguidos por un régimen de facto que no conoció fronteras para perseguir personas e ideas.
Los hijos del dictador también cayeron a la cárcel.
El dictamen de casi 60 páginas, señala que “un grupo de personas que durante años tuvo a su cargo fondos de gastos reservados pertenecientes al erario nacional, en depósito, los sustrajo, conducta sancionada por el Código Penal”.
Precisa que “el origen de US$ 20.199.753,03 no encuentra justificación razonable y todo hace presumir que se encuentra en los fondos de gastos reservados asignados a la Presidencia de la República, a la Casa Militar y a la Comandancia en Jefe del Ejército de Chile”.
Cayeron todos. Los presuntos autores del robo y los cómplices. Civiles, militares en retiro y en actividad.
El magistrado que instruye la causa ha actuado con acuciosidad como investigador de un escándalo que en cualquier país democrático los habría tenido a todos tras las rejas de un presidio, hace ya mucho tiempo.
Pero aquí en Chile, el ejercicio de la justicia, siempre fue a medias, hasta hace muy poco tiempo.
Aún rebota en la memoria de muchos la frase del Presidente de la Corte Suprema, Israel Bórquez que más de alguna vez exclamó: “me tienen curcuncho con los detenidos desaparecidos”.
Como se puede apreciar el abandono de los deberes del señor magistrado fue evidente. La historia habla por si sola.
A nadie se le hubiera ocurrido en ese entonces, preguntar por los dineros del erario nacional.
Pero mientras hacían desaparecer gente, los dueños del poder se dedicaban también a hacer desaparecer las platas de los chilenos para trasformarlas en patrimonio personal.
Ninguno de los familiares directos de Pinochet tuvo estudios conocidos de alguna profesión lucrativa.
Uno de estos próceres tuvo un incidente que le costó la vida a una muchacha, que los servicios de seguridad se encargaron de de borrar del mapa.
Otro de los descendientes del dictador arrendó un departamento en Providencia a una funcionaria de la embajada de Estados Unidos y lo transformó en prostíbulo VIP.
Y la historia de reducidor de uno de los ilustres varones, es para escribir una novela.
Si hubiera que seguir habría que seguir con el relato de capítulos muy oscuros en tiempos siniestros de la dictadura.
Pero nunca olvidaré el contraste entre robar y asesinar.
En mi formación surgida en una escuela pública y después en la Escuela Normal Superior “José Abelardo Núñez” y en la USACH, aprendí que MATAR a alguien era un delito gravísimo. ROBAR a otro constituía, un delito de rango menor en relación con el crimen.
Por eso para mí fue una gran sorpresa cuando la familia Pinochet fue acusada de esconder platas del estado chileno, con nombres falsos, en el banco Riggs.
En ese momento vino el silencio o la condena de los sectores sociales y políticos que acompañaron a Pinochet en su aventura golpista y los apoyaron en los tediosos años de dictadura.
Frente a los crímenes Chile estaba dividido: había los que condenaban los asesinatos y violaciones a los DDHH, y quienes los justificaban. Es que era necesario eliminar a los antipatriotas, argumentaban.
Por eso, en una de mis entrevistas radiales, decidí preguntarle a un prominente abogado, partidario de la dictadura, cómo se entendía una situación como esta. Frente a los crímenes, división. Frente a la usurpación y asalto a las arcas fiscales, condena unánime.
Y Jorge Ovalle Quiroz, como hombre letrado, profesor universitario, me explicó en menos de dos líneas: a la derecha le importa más el derecho de propiedad que el derecho a la vida.
A confesión de parte relevo de pruebas.
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Sergio Campos
Periodista y Profesor Universitario