ETA y las elecciones

He leído interpretaciones para todos los gustos acerca de la 'iniciativa' de los presos etarras pidiendo el fin de la violencia de ETA, aunque a cambio, eso sí, de condiciones que el Estado democrático no puede, Constitución en mano, cumplir. Algunas de esas interpretaciones quieren ver la botella completamente vacía y hablan de nueva 'maniobra' de los etarras y sus terminales, sin percibir que, en la lucha contra el terror, todo acaba siendo maniobras.

Otros quieren ser acaso excesivamente optimistas, sin importarles que el lenguaje 'pacifista' de los presos no implica, ni mucho menos, la ruptura con la banda del horror. Está claro que una mayoría en el País Vasco se inclina por la segunda reacción, mientras parece que en el resto del territorio español se impone, con notables excepciones, la primera. Puede que en el medio esté la virtud, pero lo cierto, y para mí indiscutible, es que avanzamos hacia el fin de la pesadilla.

Lo que más me preocupa es la irrupción de tesis conspiratorias que creen que ETA -o los presos de ETA en este caso- puede influir en el resultado de las elecciones, y lo pretende. Y que incluso sugieren que el mismísimo Rubalcaba anda enredando en la hojarasca tratando de acelerar noticias positivas que beneficien su candidatura. No creo que sea así; me parece que el fin de la banda está ya descontado por los españoles, y que muy poco ayudaría a una victoria de Rubalcaba, o a una derrota de Rajoy contra lo que dicen las encuestas, incluso una improbable escenificación del fin del terrorismo vasco.

Más importante que los escasos votos que pueda darle al aspirante socialista una constatable liquidación de ETA -y eso no va a ser así, tan fácilmente constatable- es otra consideración: mucho me temo que Bildu tendrá representación parlamentaria de cierta envergadura pase lo que pase, y eso es a la vez inquietante y, quién sabe, potencialmente esperanzador: puede que, en contacto con la vida democrática, los representantes de la coalición hija de Batasuna, que no me parecen excesivamente demócratas, aprendan algo al menos de las formas de un Parlamento libre y tal vez, maravilla de maravillas, aprendan igualmente algo de urbanidad. Qué buena falta les hace a algunos, a la vista del desplante que han pretendido imponerle al Príncipe en San Sebastián con motivo de la inauguración de un centro gastronómico. Que, por cierto, ha sido mayoritariamente sufragado por ese Estado del que los maleducados abominan. En fin...