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El concejal y el dedo

El concejal y el dedo

martes 04 de octubre de 2011, 08:13h
    Es cierto que la globalización y la informática han agilizado trámites que antes eran lentos y penosos, y que hoy un millonario se puede comprar un apartamento en Manhattan sin salir de su despacho, o puede obtener una licencia de caza en Tanzania con sólo aportar los números de una cuenta corriente y apretar un botón.

     Sin embargo, en la vida cotidiana de España aún quedan reductos del desprecio a los ciudadanos o del bosque de la burocracia: de todos aquellos males que inspiraron el artículo "Vuelva usted mañana", el más célebre de la obra periodística de Mariano José de Larra.

    Veamos un caso, que es algo más que una anécdota. Ayer, a las diez y cuarto de la mañana, un ciudadano de Avilés acudió al ayuntamiento de su ciudad para interesarse por la solicitud de apertura de un establecimiento hostelero de su propiedad. No era la primera vez que lo hacía y el hombre estaba desesperado porque en su negocio se jugaba su supervivencia, y el concejal a quien pretendía ver no lo recibía. El pequeño empresario asturiano debía estar muy desesperado porque, ante la sensación de que estaba clamando en el desierto o dando golpes frente a un muro de piedra infranqueable, sacó de su cartera un pequeño hacha y, en señal de silenciosa protesta, se cortó un dedo. Los policías municipales que lo atendieron en un principio manifestaron que el  hombre se portó con exquisita corrección, que el tajo era "limpio", y que envolvieron el trozo de extremidad en un plástico con hielo y que condujeron al hombre y a su dedo cercenado al hospital más cercano. El dedo que se cortó era el de las huellas dactilares en los trámites de la Administración, y el dedo ausente que señalaba a unos concejales votados y pagados por el pueblo que, al parecer, tienen cosas más importantes que hacer antes que atender a un ciudadano "indignado" que pide explicaciones o que reclama sus derechos. No vamos a profundizar en este episodio, del que se conocen pocos detalles. Pero nos sirve como ejemplo y como símbolo de que, en demasiadas ocasiones, lo que para un alcalde o para un concejal no es nada, para un ciudadano de a pie lo es todo.

    Las elecciones municipales, en Avilés y en toda España, se han celebrado hace cuatro meses y pico. En la campaña todo era ponerse al servicio y a disposición del pueblo. Pero, después, se le da la espalda.  Esperemos que en todos los municipios de España se aprenda esta lección avilesina, por extrema que sea, y que cuando un ciudadano llame a la puerta, el edil de turno se la abra y escuche lo que pide.
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