La distancia que va de la expectativa al resultado

No necesito las 700 palabras de mis columnas para expresar mi regocijo de hoy porque lo bueno puede sobre lo malo o lo imperfecto y ahí están mis palabras de antes para dejar claro cuál creo que debería haber sido el camino. Sin embargo, en este momento solo quiero aferrarme a lo que me hace sentir la magnanimidad del triunfo, sin mezquindades ni restricciones.

Hoy los malos se han rendido. Con palabras extrañas, sí, pero se han rendido. ¡Qué más da que hayan intentado salvar su cara encapuchada! ¡Se han rendido! Claro que me habría gustado verles con las manos en la nuca y las armas en una montaña de fierro, pero la realidad siempre se ha conformado de la distancia que va de las expectativas a los resultados y es así que he aprendido a quedarme con lo esencial sin perder de vista lo accesorio y en esta hora lo esencial es que con palabras de presente han reconocido que los demócratas hemos ganado.

Mi padre, que siempre ha tenido una buena lección que regalarme en todas las preguntas que le he hecho a lo largo de mi vida, nunca supo contestarme a una: ¿Por qué Paz a los hombres de buena voluntad y a los otros no?

Tenemos paz. Disfrutémosla sin olvidar el dolor que hemos padecido, pero con la misma responsabilidad que nos legó el general Ambrosio de Spínola en Breda tras 80 años de dolor y muerte.