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Ahora, la factura

viernes 21 de octubre de 2011, 14:32h
No se le puede pedir a ETA que renuncie a su objetivo político, pero se le debía exigir que renuncie a la violencia. La aspiración a la independencia vasca, utópica o razonable, está dentro del terreno político y, por tanto, democrático. El uso de las armas para conseguirlo está totalmente fuera de este terreno, y pertenece al de la barbarie.

Ahora ETA ha decidido, según su comunicado, "el cese definitivo de la actividad armada", lo que es una gran noticia. Pero no se podía esperar que también renunciara a "la causa" por la que ha luchado, de forma totalmente condenable, durante casi medio siglo. El conflicto existía y sigue existiendo, llámele cada cual como quiera.

Lo que, inteligentemente, ha hecho ETA, ante su situación de manifiesta debilidad, es cambiar de método y de estrategia. Arropada por una cohorte de llamados expertos extranjeros, llevar su causa al terreno de la alta política y lograr su internacionalización. Es decir, que su reivindicación se considera estrictamente política y que, de algún modo, se vea respaldada por personalidades y organismos internacionales.

Esta es su gran jugada. Nos libera de la violencia, buena y deseada noticia, y plantea el conflicto político de manera frontal y con el respaldo de nombres de prestigio mundial en este terreno. A cambio de no violencia presenta su factura: la petición -que suena a condición- a España y Francia de "abrir un proceso de dialogo directo que tenga por objetivo la resolución de las consecuencias del conflicto y, así, la superación de la confrontación armada"
   
Analizada esta exigencia -que recoge la reclamación de la llamada "Conferencia Internacional de la Paz, de San Sebastián"- se quiere decir: 1º, diálogo con los Estados español y francés; 2º, que sea directo, con ETA como interlocutor político; 3º, que sirva para "la resolución de las consecuencias del conflicto", estas "consecuencias" son la violencia armada de ETA y la represión policial del Estado, derivadas del conflicto de no aceptar la independencia vasca; 4º.el previo "reconocimiento de Euskal Herria" como nación; y 5º, "el respeto a la voluntad popular debe prevalecer sobre la imposición", es decir, un referéndum.

Y todo ello para lograr "la superación de la confrontación armada", para lo cual se adelanta declarando el "cese definitivo" de la violencia, buena noticia, hay que reconocer con alegría, pero que, por su contexto, parece condicionada a los requisititos enumerados. Es decir, al pago de la factura política que ETA presenta (para el nuevo gobierno) en su esperada declaración.
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