"Mi proyecto es para cuatro años, gane o pierda, en el
Gobierno o en la oposición. Mi compromiso no termina el 20-N". Es la
declaración de intenciones que hizo el candidato
Alfredo Pérez Rubalcaba en una entrevista que publicó
El Periódico de Catalunya. Le faltó decir algo que si dice mucho
Mariano Rajoy: "Depende".
En el PSOE hay un precedente que si bien no es de
obligado cumplimiento, sí condiciona mucho las cosas: en 2000, el
entonces candidato
Joaquín Almunia dimitió el mismo día de las
elecciones, el 12-M, tras la pérdida de 16 escaños y más de millón y
medio de votos respecto a 1996. Es decir, que se fue para casa con 125
escaños detrás, más de los que ahora le atribuyen a
Rubalcaba muchos sondeos.
Con
Aznar al frente, el PP había obtenido el
año 2000 el 44,52% de los votos y 183 escaños, 27 más que en 1996,
mientras que el PSOE se había quedado con el 34,16% y los mencionados
125 diputados, 16 menos que cuatro años antes. Entonces la diferencia
fue de unos diez puntos, ahora se habla de 15.
Es verdad que son elecciones distintas, circunstancias políticas y económicas diferentes e incluso que la situación de
Rubalcaba en el partido no es la misma que la de
Almunia, que también era secretario general; ahora lo es
Zapatero. Tampoco puede descartarse a priori que
Rubalcaba sea capaz de hacer una campaña que mejore los resultados de
Almunia, eclipsando los adversos sondeos que ahora le condenan. Pero si las encuestas aciertan, cuesta imaginar que la noche del 20-N
Rubalcaba repita la frase que este domingo abría
El Periódico de Catalunya:
"Mi compromiso no termina el 20-N". Su proyecto puede ser para cuatro
años, gane o pierda las elecciones, pero el proyecto del PSOE puede ser
otro.
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