La esperanza del debate

Las 30.000 personas del mitin socialista en Sevilla con Felipe y Guerra y, por supuesto, también con Rubalcaba, le dieron a los realizadores televisivos del PSOE una imagen que recordaba los mejores tiempos de González y Zapatero pero que a la vista de la encuesta del CIS y de todos los demás sondeos se reduce a un mero espejismo electoral. Con todo, es de suponer que en el PP habrán causado cierta impresión, porque el paisaje de banderas socialistas en Dos Hermanas y en el telediario no era para menos. Otra cosa fueron los discursos. La vieja guardia del PSOE es evidente que moviliza a los socialistas pero todo el mundo sabe que el futuro no pasa por ellos, lo cual coloca a Rubalcaba ante la imperiosa necesidad de hacer un debate televisado realmente espectacular frente a Rajoy, ya que Felipe y Guerra podrán echarle una mano pero no van a ganarle las elecciones ni a evitar por sí solos la cantada mayoría absoluta del PP.

El debate se presenta en este contexto como la mejor carta electoral de Rubalcaba: tendrá audiencia garantizada durante 90 minutos, podrá convencer a la gente y noquear a su adversario. Solo tiene un pequeño problema esa carta marcada, que la misma frase se puede construir poniendo de sujeto a Rajoy. Otros factores electorales, incluido el anuncio de ETA, no parece que vayan a influir tanto en los votantes, de modo que solo quedaría de margen un golpe de efecto del contendiente peor situado en el esprint final de esta carrera del 20-N. Pero ¿qué golpe de efecto puede ser?

La experiencia previa a este debate entre Rubalcaba y Rajoy, el quinto cara a cara televisado de la historia de la democracia española tras los dos encuentros González-Aznar de 1993 y los dos Zapatero-Rajoy de 2008, indica que hubo vencedores y vencidos, pero nunca por goleada. Claro que España nunca tuvo en ese período una crisis tan fuerte ni las encuestas aventuraban las diferencias de ahora, por lo que esta vez todo puede ser distinto.