www.diariocritico.com
La España sentimental

La España sentimental

miércoles 10 de octubre de 2007, 12:39h
Nunca he tenido ni la más remota idea de las preocupaciones reales de los ciudadanos de este país, aunque siempre me he inclinado a pensar que lo que verdaderamente nos mueve es lo sentimental. Supongo que como a otros muchos pueblos de este disparatado planeta, aunque, no sé, tal vez por cuestiones de carácter, de clima o de nutrición, siempre me ha parecido que a nosotros – mucho más que a los demás - lo que realmente nos gusta son las cosas viscerales; ya saben, quemar conventos, retratos reales o expulsar jesuitas, que es algo que solemos hacer cuando no sabemos que hacer. El tamaño de las banderas, por ejemplo, es algo que también nos preocupa mucho, lo mismo que las liturgias religiosas, los desfiles militares, la honorabilidad de nuestros parientes enterrados, la inmensa capacidad que tenemos para autoinmolarnos o el culto a la localidad donde hemos nacido. Los españoles, con perdón, solo solemos protestar cuando la autoridad discute las singulares características de nuestro dialecto provincial, cuando nuestras fiestas patronales no pueden celebrarse tirando cabras desde los campanarios o cuando nuestras vírgenes milagreras no pueden salir en procesión porque llueve a destiempo.

La gente, en nuestro país, discute, protesta, se irrita por cuestiones sentimentales. Ya saben, por todas esas cosas que se discuten constantemente en los bares; o sea, por la gloria reñida de los toreros muertos, los futbolistas discutidos, los testículos de los políticos, la calidad de las hortalizas patrias o porque la selección de cesta punta de Euskadi o la selección de bolos de Cantabria, por ejemplo, no puedan competir contra la selección española en las competiciones oficiales. Todas estas cuestiones sentimentales - de trascendental importancia para el devenir de la humanidad - siempre han preocupado mucho a los ciudadanos de este país.

 Estos mismos ciudadanos, sin embargo, no suelen mover un músculo cuando los constructores que nos gobiernan arrasan sus comarcas,  por ejemplo, o cuando los alcaldes de sus municipios no solo consienten este atropello sino que lo promueven. Tampoco se tiene conocimiento de grandes manifestaciones callejeras protestando por el desorbitado precio de las viviendas, la bronceada desfachatez con la que algunos políticos se pasean por los pasillos del parlamento, las listas de espera de la sanidad pública, el deterioro de los contratos laborales, la masiva venta de alcohol a nuestros adolescentes, la mierda de salarios con la que premiamos a nuestros jóvenes “sobradamente preparados” o porque tras años de denodado esfuerzo hayamos alcanzado el dudoso mérito de ser el primer país europeo en consumo de éxtasis, cocaína y marihuana. Nada de esto parece que nos preocupe demasiado, seguramente porque España, con perdón, siempre ha sido así: un país católico, ruidoso y sentimental que, históricamente, siempre se ha roto por un exceso de sentimentalismo. Los políticos deberían recordarlo. – Aunque, mucho me temo, que bastantes de ellos no solo lo recuerdan sino que, de una manera constante, demagógica, peligrosa e insensata, lo alientan.
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios