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El triste adiós a Zapatero

El triste adiós a Zapatero

martes 22 de noviembre de 2011, 09:01h
Se dice que la política "hace extraños compañeros de cama", y también que hay que distinguir, en los odios, que van "in crescendo", entre rivales, enemigos y compañeros de partido... Que se lo pregunten al presidente del Gobierno en funciones, José Luís Rodríguez Zapatero, que ha pasado durante la pasada campaña, en la jornada de reflexión y en el domingo de las urnas... algunos de los días más amargos de su vida... Zapatero, que no era candidato, apenas fue requerido por su sucesor como cabeza de lista, Pérez Rubalcaba, para acompañarle en algún acto electoral, algo que hizo con socialistas históricos, como Felipe González y Alfonso Guerra, que rememoraban, casi patéticamente, los días del traje de pana y de la tortilla de patata en Sevilla.

A Zapatero le dan las espalda no sólo algunos de sus compañeros y muchos de sus aduladores sino también algunos medios de comunicación que, tras haberlo cubierto de guirnaldas innecesarias..., después de haber quemado incienso en su honor..., después de haberle pasado la mano por el hombro requiriéndole favores y prebendas, ahora lo tratan poco menos que como a un apestado. Cuando intuyeron su declive, y tras haberlo entrevistado reverencialmente y tras haberlo elogiado sin venir a cuento, fueron los primeros en pedir su relevo, y en solicitarle ayer mismo que regrese cuanto antes a su casa de León, donde le espera su familia, y que lo haga "antes de que los vendavales del otoño degeneren en tornado".

Zapatero era una gran esperanza, pero fue un mal presidente, quizá el peor de la historia de la democracia española. Pero ni siquiera vamos a entrar en eso en estas palabras, sino en la zafiedad y la ingratitud de quienes se beneficiaron de él y ahora le acusan de torpe en la política nacional, de causa de la desgraciada presencia de España en la política exterior, de favorecer los desencuentros dentro del PSOE, y hasta de arbitrariedad y nepotismo.

Las urnas del domingo han castigado duramente al Partido Socialista, y una gran parte de ese rechazo se debe a la mala gestión del presidente Zapatero. Eso ocurre en la normalidad democrática: si aciertas, puedes repetir mandato, pero si te equivocas gravemente hasta te apartan de la candidatura. Eso, insistimos, es normal en una actividad de alto riesgo como es la política, y más cuando presides un Gobierno. Pero lo que es poco presentable es que los más cercanos te hagan el vacío, te ignoren o te calumnien; que quienes fueron tus monaguillos se comporten ahora como tus verdugos. Y esto que le ocurre a Zapatero no es excepcional en España: que se lo pregunten a empresarios que se arruinan, a catedráticos que se jubilan, a artistas que pierden su buena estrella, a altos funcionarios que dejan de mandar... Pobre y paradójica y triste España: con el anverso de grandeza, con el reverso de mezquindad.
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