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Arturo Canalda. Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid

"Los menores también tienen obligaciones"

miércoles 10 de octubre de 2007, 19:31h
Lleva casi un año en el cargo y ya ha tenido tiempo de entrar en contacto con la realidad de los niños y adolescentes madrileños. Arturo Canalda, el Defensor del Menor, habla con Madridiario sobre el papel de los padres en la educación de los hijos, en un momento en el que la difícil conciliación entre la vida laboral y familiar, reconoce, no se lo pone nada fácil.
¿Qué ha aportará el Decreto de Convivencia en las Aulas, que ha empezado a aplicarse este curso, a la comunidad escolar madrileña?
Es interesantísimo, por muchos motivos. Primero, porque supone que son los propios centros, los propios alumnos, los que se dan sus propias normas de convivencia en los centros, y cuando participan en el proceso de elaboración de las normas es más fácil que se comprometan con ellas. También habla de la mediación en la resolución de los conflictos. Y, por último, recoge una perogrullada, y es que en el aula no se debe usar los teléfonos móviles, las consolas de juegos o el MP3, porque a clase se va a estudiar, a trabajar, a aprender y también a ayudar un poco al compañero que tiene más dificultades, que eso a veces se nos olvida.

Los profesores dicen que hace falta más disciplina en las aulas. ¿Qué solución propone?
Los menores tienen derechos, pero también obligaciones. Vamos a trabajar para recuperar el papel del profesor por la vía de la mediación. Hay que implicar mucho más a las familias en la vida escolar de sus hijos y que les expliquen lo importante que es mantener el respeto hacia el profesor, como figura que les va a ayudar para su desarrollo futuro como personas. Y eso se consigue con la educación en casa. Pero el profesor también tiene que saber ejercer con cariño su función.

Los docentes se quejan también de que, a veces, cuando un alumno comete una falta y se avisa a los padres, estos se ponen del lado de su hijo, menoscabando la autoridad del profesor. ¿Es bueno para el niño que esto se produzca?
El profesorado está desmotivado y desilusionado, porque es difícil hacerse con los chicos; por eso es muy importante que los chicos se eduquen en casa. El primer ámbito de socialización del niño no es la escuela, sino la casa. Allí los padres tienen que transmitir a los hijos unos valores de respeto no solamente al profesor, sino al prójimo. La educación debe fomentar la solidaridad y la empatía. En el trato con los profesores, hay que ser objetivo a la hora de valorar las situaciones y no ponerse siempre en una actitud de defensa a ultranza, sino analizar lo que ha pasado. Los chicos que no tienen límites son aquellos cuyos padres no les han explicado cuatro normas básicas. Los profesores, por su parte, no deben desanimarse por que la situación en el aula sea complicada, sino trabajar para que no lo sea y fomentar la relación con los padres.

Y ellos, ¿cómo pueden logralo en una sociedad donde resulta tan difícil conciliar familia y trabajo?

Yo siempre he abogado por la conciliación, pero es verdad que la realidad va por otro lado. Es muy complicado, porque tenemos unas costumbres laborales muy alejadas del resto de Europa. Eso va implícito en nuestra forma de ser. Ante eso, hay que dedicarles algo de tiempo todos los días a tus hijos. Por ejemplo, aprovechar para cenar con ellos y compartir las experiencias del día, aunque uno llegue hecho polvo de trabajar, porque ellos también estarán hechos polvo de hacer trastadas. Lo importante es que hablen contigo y puedan decirte: “Oye, papá, mamá, que me he peleado en el colegio, que no estoy a gusto en clase”. Ahí es donde hay que estar atentos.

Los menores pasan mucho tiempo solos. ¿Qué consecuencias puede traer eso?
El gran problema de los niños es ese: como los padres no están en casa, el tiempo libre que tienen lo pasan delante del ordenador, de la televisión o del videojuego. La televisión a las cinco de la tarde es infumable y, si no hay un adulto que impida que los niños vean esas cosas, al final ellos acabarán viendo como ordinario lo extraordinario. Con los videojuegos pasa lo mismo. Muchas veces es mejor educar que prohibir. Hay que explicar a los niños por qué no tienen que ver determinadas cosas y buscar alternativas. Con los videojuegos, es mejor que no solo les demos el dinero para que se los compren, sino ir con ellos y jugar con ellos. Y aún es mejor jugar con ellos que leer el código que viene en la parte trasera. Lo importante es ver qué hacen nuestros hijos y enseñarles dónde están los peligros.

¿Qué medidas pueden aplicarse respecto al ordenador?

Cuando sea imposible controlarles, hay que poner los filtros necesarios en el sistema informático de casa para que no puedan acceder a contenidos inadecuados. Incluso, ahora es posible limitar los accesos a una determinada franja horaria en la estén los padres.  Y señalarles los peligros: “Mira, si tú abres Internet, y abres estas páginas, te puedes encontrar con esto; si tú entras a un 'chat', no des datos personales, asegúrate de estás hablando con un conocido, no permitas que accedan personas que no son conocidas y no enciendas la cámara web”. Con esas reglas básicas y explicando al niño cómo detectar los posibles acosos, ya hay mucho ganado.

Usted ha firmado convenios con varias compañías tecnológicas para proteger a los menores. ¿Qué resultados están arrojando?
Fue un convenio pionero en Europa que abordó muchos aspectos. Por ejemplo, hay compañías que han creado filtros y otras que colaboran con la policía para detectar pornografía infantil. Las redes de ventas están informadas sobre aquellos paquetes que deben incluir los padres que compran un equipo informático para sus hijos. Es mucho más interesante, en vez de comprar un simulador de vuelo, gastarse cuarenta euros en un filtro. El ordenador de la habitación de los niños tiene que tener una serie de limitaciones, partiendo de la base de que yo no lo pondría; pero, si lo hay, es mejor que no cuente con acceso a Internet. Los padres tenemos, en sano ejercicio de la patria potestad, que supervisar lo que hacen, y si supervisar lo que hacen es ver a dónde acceden con Internet, yo me considero absolutamente tranquilo y no estoy invadiendo la intimidad de mis hijos si los controlo cuando tienen diez, doce o catorce años.

Usted no es partidario, como su antecesor, de reconvertir las bandas latinas en asociaciones culturales. ¿Qué propone, entonces?
Hay que tener muchísimo cuidado con ellas: no son hermanitas de la caridad, sino organizaciones mafiosas, con una organización piramidal, que practican la extorsión. Por eso siempre he pedido la máxima dureza policial con este tipo de bandas. Alguna decisión judicial reciente ha puesto de manifiesto que las bandas son más peligrosas de lo que pensamos. Y otra parte importantísima, que parece que se nos olvida, es que es mucho mejor actuar por la vía educativa: evitar a toda costa el absentismo escolar, trabajar con los chicos y explicarles dónde pueden estar los mecanismos de incorporación a estas bandas. El proceso de captación es tan antiguo como la propia humanidad: captar a los más débiles. Esta gente busca a aquellos chicos que están fuera del colegio, que tienen problemas familiares, inadaptados… Ahí pueden trabajar mucho el ayuntamiento, como institución más cercana a los ciudadanos, y la comunidad autónoma, que tiene las competencias en educación, además de los departamentos de familia y asuntos sociales.

Lleva casi un año en el cargo. ¿Cuál es el balance de estos primeros meses?
He tomado contacto con la realidad de los menores en la Comunidad de Madrid. En una comunidad que puede considerarse la locomotora económica del país también existen problemas. Sin embargo, soy optimista, porque siempre que esta institución ha puesto de manifiesto algún problema, el apoyo ha sido total por parte de todas las administraciones.

¿Han aumentado las denuncias que recibe esta institución?

Que se produzca un incremento de denuncias no quiere decir que aumente el número de acosos o maltratos. La sociedad está mucho más concienciada y ya no se queda quieta cuando ve un determinado problema. Ahora, cuando el vecino oye un grito detrás de una puerta, o cosas raras en el vecino de al lado, lo notifica.

¿Cómo va la estadística este año?

Se mantiene muy similar a la del año anterior. Cada vez hay más divorcios y separaciones, y también son más traumáticas que antes. Ese tipo de problemas ocupa una gran parte de nuestro tiempo; esas y las del ámbito educativo, porque no podemos olvodar que el cole es donde los niños pasan más tiempo. Eso no quiere decir que el sistema sea malo, sino que hay muchos niños y las situaciones son variopintas: problemas de convivencia en las aulas, problemas de escolarización, de infraestructuras en algunos centros… Esos son los problemas más comunes. A veces, la gente utiliza al Defensor del Menor como última instancia, cuando ya no sabe qué hacer. Eso es un error: debería considerarla como la primera, porque podemos ser más eficientes si actuamos desde el principio de los problemas y evitar que lleguen a los tribunales.

¿Cree que Madrid cuenta con recursos suficientes para garantizar los derechos de los menores?
España es uno de los países que menos recursos destinan a la familia. Eso es significativo: las familias tienen problemas que se podrían minimizar con más recursos. Todas las fuerzas políticas deberían incorporar más recursos a la familia en sus programas electorales y en sus políticas de gobierno, de eso no me cabe la menor duda. En cuanto a los servicios encaminados a los que tienen verdaderos problemas, que se enmarcan en las consejerías y concejalías de asuntos sociales, se está haciendo un gran esfuerzo, pero hay que trabajar más y saber detectar los problemas para buscar soluciones.
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