OPINIÓN/Víctor Gijón
jueves 11 de octubre de 2007, 13:33h
Tendría que ser Jaime Peñafiel para saber que es lo que piensa el Rey. Y, a lo mejor, ni con esas. Pero parece lógico, conociendo la ponderación y mano izquierda (con perdón) del monarca, que le resulten más preocupantes las actitudes antimonárquicas de un sector de la derecha y de una emisora de cobertura nacional y capital episcopal que la quema de su fotografía por unos gamberros que se auto reclaman independentistas.
Hay una gran diferencia entre lo que parece ser una campaña, ya ensayada anteriormente, contra una monarquía que quiere ser árbitro y no parte, llegando incluso a plantearse de forma pública y reiterada la abdicación de Don Juan Carlos, y la quema de la efigie real en una escalada de acción-reacción, en parte provocada por la atención mediática dispensada a esas minoritarias partidas del mechero y la gasolina.
Por todo ello no me extrañaron las impresiones que el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, trasmitió después de entrevistarse con el Rey. Aunque tampoco me extraña la reacción del PP. Primero, porque su líder local, Ignacio Diego, tiene por costumbre desayunarse a diario descalificando al jefe del Ejecutivo regional. No le sirvió para nada en las urnas --todo lo contrario, ya que Revilla creció electoralmente de forma importante--, pero no hay cintura para cambiar de discurso. Y, en segundo lugar, porque en la estrategia nacional de los populares, que en Cantabria se sigue más allá de al pie de la letra, el papel de malos de la película se les ha asignado a los que quieren romper España y atacar a las instituciones, que no son otros que nacionalistas e independentistas con la complicidad del Gobierno socialista.
Que el rey, como la inmensa mayoría de este país, piense que no hay para tanto y que ni España ni la monarquía parlamentaria están en peligro no es de recibo para la derecha, que tienen puestas grandes esperanzas electorales en el clima de confrontación artificialmente creado. Por eso sigue guardando un silencio cómplice ante las peticiones de abdicación de don Juan Carlos que de forma insistente hace ese Robespierre en miniatura que se llama Federico Jiménez Losantos desde los micrófonos de la emisora que financia la Conferencia Episcopal con el dinero que el Estado, que según la Constitución democrática es una monarquía parlamentaria, le da a la Iglesia procedente de los impuestos de todos los españoles.
Si (
No(
