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El Pacto de Epifanía 2012

El Pacto de Epifanía 2012

martes 27 de diciembre de 2011, 20:01h
El ministro de Guindos en que todos tenemos puestas nuestras más altas esperanzas ha comenzado su gestión con aguda inteligencia y rápidos reflejos: "No nos engañemos, los próximos meses no van a ser fáciles. Tendremos dos trimestres en los que España estará en recesión". A qué negarlo, yo habría hecho lo mismo.

Los políticos nos tienen acostumbrados a sus tontas mentiras en las que siempre todo va a bien o, si va mal, es culpa del otro -muy sartriano eso de que el infierno son los demás- pero España y los españoles -cuando se es de derechas- o la ciudadanía de este país -cuando de izquierdas- somos luchadores, fantásticos, ferolíticos y ultrasónicos por lo que lograremos salir de la crisis. Parole, parole, parole, sultanto parole, parole d'amore. Vamos, humo y nada más por lo que la aparición de uno que habla claro es como encontrar un ornitorrinco en el Manzanares: un hallazgo.

Y resulta raro que acabando de tomar posesión los 12 magníficos más la ministra pepis Ana Mato, el responsable de la competitividad nos eche tal jarro de agua fría. Claro que por lo menos uno ve que han puesto al frente a uno que rebaja las expectativas, no toma el nombre de la recuperación en vano y nos hace esperar lo peor desde el inicio. Si luego las cosas van a mejor, así sea solo un poquito, parecerá que se ha esforzado más y que lo ha hecho mejor.

Que las cifras no son buenas lo saben hasta las piedras. Que Moodys y Standard & Poor siguen avisando de que así no, así no y así no, también. Que los bonos patrióticos son una solución pueblerina -deuda catalana, deuda valenciana, deuda andaluza, extremeña, vasca, aragonesa, riojana..., solo faltan la ceutí y la perejilense- que solo incrementa el problema, también. Que además los recortes son necesarios y una aproximación a las posturas rosellianas ayudaría no son temas desconocidos para nadie. Pero no va a bastar con eso. Tenemos que empezar a invertir y a trabajar en el camino de la inversión industrial y la generación de puestos de trabajo de calidad. Y es en esto último en donde hay menos proyectos, menos capacidad de planificación, más dispersión intelectual y más excusas.

Mario Draghi ha reducido el interés del dinero europeo y todos nos hemos puesto muy contentos. Bueno, todos no, solo los mainstreamers. Lo cierto es que el argumento de que dinero más barato (para los bancos) supone crédito para familias y pymes es tan falso como que la solución la vayan a traer sus Majestades de Oriente. La cosa, por otra parte, no puede ser más elemental: los bancos comprarán dinero al 1% draghiniano y pueden hacer varias cosas. Una, ponerlo al servicio de la sociedad vía créditos a pymes y familias, pero con el nivel actual de impagos cercano al 7% -el impago estructural es del 3'5%- creer que esto va a ocurrir es wishfull thinking. Dos, comprar bonos del estado; hay donde elegir. Los españoles al 5%, los portugueses al 6%, los griegos al 7%.

--¡Es que tienen riesgo de impago!

Muy, muy, muy discutible pero vale. Pues los alemanes al 3'4% no parecen mala apuesta. Ni los nipones ni los brasileiros ni, por supuesto, los gringos.

Necesitamos una nueva Cultura del Dinero y la Sociedad. Hemos sustituido los impuestos por la deuda. Es más caro pero duele menos, como en el casino: en lugar de jugar con monedas y billetes cuyas pérdidas resultan dolorosas por lo obvias, se obliga al visitante a jugar con fichitas de plástico y colorines, generando así la impresión muy eficaz de que uno no pierde dinero, solo fichitas.

Creer que la deuda es no pagar impuestos es insensato. La deuda, por su carácter, lleva implícita una carga fiscal y otra de rédito o beneficio -el interés- para el prestamista y a cargo del prestatario. La deuda soberana, para ser real, debería ser traducida en términos de presión fiscal. De esta manera la mayoría podría entender que es mejor, más barato, más adecuado y más ordenado pagar nuestras infraestructuras con nuestro dinero que pedir prestado y permitir que los gestores disparen con pólvora del rey.

Dadas las premisas, me temo que el Pacto de Epifanía que el presidente Rajoy reclamó a sindicatos y patronal va a acabar como el plan A del Sanedrín hace 2012 años.
 
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